Refrendar una idea, un concepto o un estilo de vida, es una de las tareas más pesadas que tiene un idealista, porque debe combatir con lo establecido, lo común y lo que funciona. Aunque su canon pueda ser mejor y de mayor funcionalidad, si los que están en el poder no están interesados, difícilmente podrá llevar a cabo sus planes y si esto se queda solo ahí. Entonces, se vuelve una utopía.
Y rompiendo con esos preceptos es que Francis Ford Coppola presenta “Megalópolis”, el que parece ser el proyecto más ambicioso de su vida y de su carrera como cineasta. Se trata de una película que le tomó 40 años hacerla y que le costó 120 millones de dólares de su propia cartera.
El resultado: Una epopeya donde conceptualiza incluso todo lo que él ha sido y ha querido ser, un visionario y disruptivo hombre, que ha hecho lo que se le ha dado la gana, anteponiendo sus ideas y sus intereses antes que los de terceros. No ha coartado su creatividad y eso es de aplaudirse. Porque para hacer la película que quiso, primero tuvo que hacerse de un renombre y una fortuna gracias a su trabajo y así no deberle nada a nadie, así que solo por eso es justo ver “Megalópolis”.
Pero también hay que decir que esa fascinación por desarrollar la cinta de sus sueños, no tiene por qué gustarle a los demás. Por lo que esta epopeya en principio, hay que decirlo está incomprendida y así será en los próximos años, hasta que tal vez una nueva generación de cineastas o de cinéfilos la voltee a ver como un contenido de culto, que supo adelantarse a lo que está por venir en la industria del cine o que rompió con lo que conocemos. De momento y como espectador, debo decir que la película es densa y muy tediosa.
Los personajes están en distintos tonos, es como si estuviéramos viendo dos películas diferentes que se van enlazando. Los villanos son más fársicos y los protagonistas más progresistas, se toman más enserio lo que les interesa. En ese sentido, la trama también a veces es más fársica y otras veces es audaz, pero en otras secuencias simplemente no pasa nada aunque esté pasando mucho con los simbolismos que hay cuadro a cuadro. Coppola bien puede ser su personaje central, es decir, a través de él, está diciéndole al mundo lo que le interesa y lo que lo concibe como creativo y poderoso.
“César Catilina” (Adam Driver) es un arquitecto con una idea arriesgada y vanguardista que llevará a su sociedad al futuro innovador, pero para construir una nueva ciudad, se debe desterrar la existente y ahí es cuando los intereses de terceros son afectados. La fábula que se cuenta nos remonta a esas antiguas culturas como la romana y la griega donde los imperios se derrumban para construir otros. Se habla de poder, lujo, pasión a través de metáforas y símbolos, pero todo es tan espeso que invariablemente pierdes la emoción esperando que ya termine la película.
“Megalópolis” es protagonizada por Adam Driver, Giancarlo Esposito, Nathalie Emmanuel, Aubrey Plaza, Shia LaBeouf, Jon Voight y Laurence Fishburne. La cinta comenzó a ser desarrollada por Francis Ford Coppola a principios de los años 80, cuando leyó sobre “La Conjura de Catilina”, que tuvo lugar en el año 63 A.C. en la República Romana.
Sinopsis:
Una fábula épica romana ambientada en una América moderna imaginada. La ciudad de Nueva Roma debe cambiar, lo que provoca un conflicto entre “César Catilina”, un genio artista que busca saltar hacia un futuro utópico e idealista, y su opositor, el alcalde “Franklyn Cicero”, que sigue comprometido con un statu quo regresivo, perpetuando la codicia, los intereses particulares y la guerra partidista. Dividida entre ellos está la socialité “Julia Cicero”, la hija del alcalde, cuyo amor por “César” ha dividido su lealtad, obligándola a descubrir lo que realmente cree que la humanidad merece.