Pedro Almodóvar finalmente hace el crossover después de haber presentado dos mediometrajes a manera de tantear el terreno con “La voz humana” (2020) y “Extraña forma de vida” (2023). Su incursión en Hollywood es con “La habitación de al lado” (The Room Next Door), teniendo como protagonistas a las icónicas Tilda Swinton y Julianne Moore.
En este filme de Almodóvar no corrompe su estilo cinematográfico, por el contrario, lo realza. Visual y narrativamente se siente una evolución de su trabajo creativo, no tuvo que recurrir a los clichés del cine americano, sino que juega a su favor con el magnetismo de esta industria, incluido el prestigio de estas grandes actrices que son Swinton y Moore.
En este proyecto, Pedro plantea el derecho a la muerte a digna. “Martha” (Swinton) es una corresponsal de guerra que tiene cáncer y que a pesar de estar en tratamientos, todo está empeorando, por lo que se plantea el derecho a tener una muerte digna en el momento en el que ella lo crea conveniente. Sin embargo, necesita de una aliada que la ayude a pasar sus últimos momentos, que más que sea una enfermera, sea una amiga en quien confiar, para ello se atraviesa en su camino “Ingrid” (Moore), una vieja amiga escritora con la que mantuvo un triángulo amoroso en su juventud.
Si bien hablar de la muerte nos puede remitir a escenarios grises con ambientaciones lúgubres, el contraste que ofrece Pedro es muy a su estilo, aquí el proceso de la despedida se vive a colores. Almodóvar, como tiene acostumbrado a sus seguidores, ofrece una paleta de tonos vivos y cálidos donde predominan los colores primarios como el rojo, el azul, el verde y el amarillo tanto en la ambientación como en el vestuario.
“Ingrid” y “Martha” son como el agua y el aceite, una es más retraída y temerosa, la otra es más impulsiva y segura de sí misma. Sin embargo, en la plenitud de su edad, ambas no le rinden cuentas a nadie, han hecho de su vida lo que han querido y esa autonomía que tienen es la que las une, por lo que la amistad que retoman se abraza con mayor fuerza. Ambas actrices están estupendas, se nota la complicidad en común y cómo una refuerza el trabajo histriónico de la otra y viceversa.
Si bien se plantea que la película ocurre en Nueva York, se sabe que la filmación ocurrió en España y por lo mismo ese halo europeo se vibra y se percibe. Cualquiera que sepa del quehacer creativo de Almodóvar, sabe que el melodrama es pieza clave de su filmografía y esto recurso sobresale con mayor énfasis hacia el final de la trama, una cuestión kitsch que le añade el toque divertido para desenmarañar un tópico tan solemne como lo es la muerte.