Hay temas que creemos que como sociedad los tenemos más que superados, pero es muy triste que en el día a día, la realidad nos muestre todo lo contrario. Es 8 de Marzo (8M) Día internacional de las Mujeres, fecha en la que se conmemora la exigencia de un trato igualitario.
Reconozco que he crecido en una cultura machista, donde yo y otras tantas personas hemos normalizando y aceptado situaciones, comentarios y acciones que a primera vista pareciera que no impulsan una desigualdad de género, pero sí lo ocasionan, por ejemplo, desde esperar a que mamá nos sirva la comida, desde dar por hecho que la mujer es quien tienen que hacer los deberes de casa escudándonos en la frase: “yo no limpio porque soy hombre”.
El 8M puede representar una gran oportunidad de cambio para todas y todos, porque también nos invita a conocer más de la historia por la lucha de la igualdad de género, exigir y manifestarnos por lo que está y lo que no está sucediendo hoy en día. Me podría pasar explicando de mil formas por qué es necesario que centremos nuestra atención en el 8M, pero creo que es necesario que sea una mujer la que nos transmita su sentir sobre este día.
Invité a colaborar en esta columna a una amiga feminista, que es una gran aliada en la lucha activa por los derechos de las personas LGBTQ+. Ella es Karo Plascencia, una mujer que admiro, que quiero y con la cuál he sufrido, no tanto como ella, de impotencia cada que es víctima de acoso.
Todos los derechos, todos los días
Por: Karo Plascencia
Como mujer, mexicana y jalisciense, no soy ajena a las consecuencias del machismo. Alguna vez en la universidad un maestro me dijo que por ser la única mujer del grupo debía bailarle a él y a mis compañeros de clase. Muchas veces me descalificaron en el trabajo –sin conocerme– simplemente por ser mujer. Hace unos meses, ante la negativa de formalizar una relación romántica, un hombre se sintió con el derecho y la libertad de ir a mi casa, llamarme “puta” y golpearme.
Camino todos los días alerta, tengo miedo. Porque en la calle, en el tren, en el camión, me agarran las nalgas, se masturban con mis piernas, me acorralan en los baldíos. Me llena de frustración que en todas las ocasiones he traído mi celular en la mano, nunca me roban, porque el objetivo es otro, es intimidarme, cosificarme y que entienda quién manda, porque para ellos, solas valemos nada.
Tenía 16 años la primera vez que me regalaron algo por el 8 de Marzo. Mi novio, adorable ignorante al igual que yo, me dio un chocolate y una rosa. Estábamos en la prepa y nuestro maestro de psicología utilizó un espacio de su clase para contextualizarnos por qué se conmemora y por qué no se festeja el 8 de Marzo. Tremendo baldazo de agua fría por partida doble, pues desconocíamos las luchas, las muertes y los actos atroces que hacían necesario visibilizar a las mujeres trabajadoras, en un inicio.
Cuando hablas de feminismo o de perspectiva de género, creo que no hay expresión más acertada que la analogía a las gafas moradas, esas gafas de la igualdad, que una vez que te las pones no se quitan y te cambian la visión de la sociedad, de tus relaciones y de tu día a día.
Las luchas de las mujeres, desde Las Sufragistas hasta las de Pañuelo Verde, no han sido fáciles. En 1911 se conmemoró el primer día internacional de las mujeres, siendo más del 50% de la población femenina, esclavizada de todas las maneras imaginables.
Las mujeres se organizaron y lucharon por aquello que la condición de humana y ciudadana nos tendría que otorgar de manera inherente: la libertad, el derecho a estudiar, el derecho a votar y ser votadas, la libertad económica, el derecho a sentir, el orgasmo libre, la decisión sobre nuestro cuerpo. Todo ello para un hombre con estos privilegios suena absurdo, pero en nuestros días, la lucha continúa para las mujeres en algunos rincones, o en todo el mundo.
Nos señalan a las y los millennials por querer ser políticamente correctas en todo: No usar popotes, poner banderas de cada país ante una tragedia natural o social… Dicen nos indignamos de todo. Sin embargo, en el tema de igualdad hay un contra discurso, pues aparecemos de manera muy recurrente “las feminazis”, estas locas, delirantes y vulgares mujeres que creemos que se debe actuar fuertemente contra las violencias machistas, esas que afectan a mujeres y hombres, las que nos arrojan que el 75% de las mujeres han vivido violencia en el noviazgo, que nos dan 7 feminicidios al día en nuestro país, esas violencias que en febrero 2019 mataron a 33 mujeres en Jalisco, esas violencias y desigualdades que hacen que en México se estime que tendrán que pasar 80 años para que una mujer gane lo mismo que un hombre por el mismo trabajo.
Pareciera que exageramos, incluso por querer un espacio en el discurso, por exigir ser nombradas y respetadas. Por eso no dejaré de salir, ni de gritar, trabajar y exigir, porque es inminente educar, deconstruir, empatizar y no bajar la guardia. Alzaré la voz el 8 de Marzo para pugnar por una sociedad igualitaria, con políticas públicas, presupuestos y acciones claras para que las mujeres vivamos sin violencias, para no necesitar ser valientes, cuidadosas, prevenidas o miedosas, para ser libres, felices y sororas.
8M es un día para recordarnos que la lucha no ha terminado y que juntas y organizadas hemos logrado mucho, no solo para las mujeres, para la sociedad en general. Seguiremos en lucha por las que nos antecedieron, por las que no pueden alzar la voz, por las que desaparecieron, por las que violaron y mataron, por las que vienen. Paremos este 8 de Marzo, ¡paremos las violencias contra las mujeres!
#VivasNosQueremos #LibresNosQueremos #NiUnaMenos #8M #JuntasParamos
Para este 8 de Marzo te invito a que reflexionemos sobre que estás haciendo tú para contrarrestar esta desigualdad y violencias que viven diariamente las mujeres que nos rodean. Yo me reconozco como un hombre, con ciertos privilegios que me da absurdamente una sociedad, simplemente por nacer varón.
El reconocerme desde ahí, me ha ayudado a poner especial atención en conductas, palabras y acciones que siguen promoviendo una cultura machista, sin yo pretenderlo.
Hoy me sumo a levantar la voz y pugnar por un mundo donde mi madre, amigas, primas, tías, no tengan que vivir condiciones de desigualdad. Para que todas las personas sean tratadas por igual.