La nueva producción de Argos y Netflix, “Oscuro deseo”, es un hibrido entre melodrama y thriller erótico que sabe jugar muy bien sus cartas para mantenernos cautivos. La trama tiene un elenco pequeño que se correlaciona muy bien capítulo a capítulo, al principio pareciera que no tienen mucho en común unos con otros y después como espectadores descubrimos que todos comparten secretos, intrigas y alianzas que no hubiéramos imaginado.
La historia, dirigida por Pitipol Ybarra y nuestro orgullo jalisciense –Kenya Márquez– tiene constantes giros de tuerca muy convincentes que nos hacen quedarnos hasta el final para descubrir la mayoría de las verdades, porque como buena primera temporada, nos deja un final abierto con el que podemos pensar muchas cosas.
“Oscuro deseo” en un producto que compite a nivel internacional, quedé encantando con su manufactura y estética. La fotografía y escenografía manejan una paleta de tonos fríos entre azules, verdes, nudes y crudos, que al mismo tiempo generan una sensación de sentirte arropado, además, las sensualidad que se representa es otro gran personaje de la historia, podemos ver a una Maite Perroni desinhibida, alejándose de la herencia que le dejaron las telenovelas clásicas.
Lo que sí me llama la atención es que regularmente en su trayectoria, a Maite le ha tocado hacer personajes que tienen un conflicto de emociones entre dejarse llevar por las situaciones que se le presentan o contenerse, sin embargo, aquí con “Alma Solares” –su personaje– todo esto se vuelve más atractivo porque el rol se mueve entre la ética y el prestigio que le da ser una doctora especializada en violencia contra la mujer y sucumbir como el título de la trama lo refiere, a su oscuro deseo, a permitirse acceder a la pasión de algo que moralmente está mal visto, pero que su terapeuta (Magali Boysselle) le hace ver un punto muy interesante, ¿por qué los hombres sí pueden tener amantes y seguir con su vida y las mujeres no?
Por otro lado Alejandro Speitzer y Regina Pavón son una gran revelación, ya veíamos muy interesante su trabajo actoral en otras producciones, pero aquí estos dos jóvenes valores del histrionismo demuestran de lo que están hechos ofreciendo matices muy arrebatados, sus personajes van de menos a más, corrompiéndose precisamente por sus bajas pasiones.
Jorge Poza, María Fernanda Yepes y Erik Hayser complementan el cuadro con actuaciones concisas, con humor negro y con un toque de picardía para dejarnos tomar el aliento un poco cuando la tensión nos invade.
Debo decir que la serie no me enganchó hasta el quinto episodio, hay que tenerle paciencia, va tomando ritmo, justo comienza un tanto melodramática, que no está mal, pero luego toma los tintes de suspenso necesario y ya nada la para, hasta el último capítulo que a mí parecer pudo ser más contundente, lo siento un tanto flojo.
Algo que tal vez no es negativo, pero sí me pareció un poco inverosímil, es repetir la palabra “¡carajo!” hasta el cansancio en los diálogos, entiendo que aunque es un producto hecho en México, la serie se ve a nivel internacional, pero la realidad es que muy pocos mexicanos dicen esa expresión, todos decimos, “a la chingada, no chingues, no estés chingando, chingada madre”, que es más convincente, si ya en los diálogos se dice “¡verga!”, pues no creo que haya mucho problema en que los personajes digan “¡a la chingada!”, ¡carajo!