Dormir cinco minutitos más no es una opción para nosotras las mamás y menos si estos cinco minutitos se convierten en 20 o 30 como frecuentemente me pasa. Definitivamente no es la mejor decisión pausar la alarma en un día normal de colegio, porque entre las consecuencias está: un salto apresurado, una mañana maratónica, y sí, una nula conexión con nuestros hijos.
Han pasado días enteros en los que solo soy una mamá robotizada, actúo como pre programada en mis obligaciones: recoger a mis hijos de la escuela, alimentarlos, bañarlos, vestirlos etc. Son días que terminan sin que hagamos una verdadera conexión por que me ocupo en un sin fin de cosas donde no se incluye ese tiempo para jugar con ellos, pintar algo juntos, ir al parque o jugar a hacernos cosquillas.
Por fortuna, hoy puedo decir que me he detenido a tiempo, que he hecho una pausa importante a todo lo que no es importante, y que he retomado el placer de convivir con mis pequeños. Cada día procuro escuchar y poner verdadera atención a lo que mis hijos necesitan, he sido lo más creativa, inventando juegos que los hagan sonreír, me he manchado las manos, y lo mismo ha pasado con el piso y las ventanas montando un taller de pintura para su recreación. Les puedo decir que los resultados de todo esto son momentos llenos de gratitud, entretenimiento y conexión.
De mis mejores experiencias como una madre presente, es cuando me he convertido en esa musa perfecta, a la que mis pequeños hijos ven tan hermosa y radiante, la que huele tan bien y que inspira horas de expresión artística, soy su modelo perfecta para que plasmen todo un arcoíris en mi rostro. Y a mí me encanta que me activen toda la circulación de la cara con esos maquillajes que me hacen ser tan expresiva, además disfruto esos masajes de cuero cabelludo por casi 30 minutos, y lo que es mejor, que todo fue gratis.
A veces decimos esa trillada frase: “nunca es tarde para empezar”. Y yo les comparto que específicamente en este tema de no ser un padre presente y conectado, sí se hace tarde, sí se agota el tiempo y las posibilidades de dejar un legado de cariño y compañía. Porque sí hay que estar a cada paso en la vida de nuestros hijos para agregar valor a lo verdaderamente importante, para presentarles los valores que queremos dejar claros, para decirles y enseñarles con acciones, que la humildad y servir a los demás no lo aprenderán en otra parte que no sea en su hogar.
Mi madre dice y repite constantemente que debemos disfrutar cada cosa que sucede con esos pequeñitos porque rápido crecen. Antes, en mi poca experiencia pensaba: “claro que no, que ya crezcan, que ya caminen, que ya corran, que ya anden”… Pero ahora le doy la razón a mi mamá, porque ella tiene de experiencia lo que yo de edad, y hasta más hijos que yo. Tan acertada es su frase que ahora que veo a mi hijo de casi tres años, pienso: “Y apenas hasta hace un tiempo que estaba alimentándose prendido de mi pecho”.
Tan rápido pasará el tiempo que se volverán adultos y por eso el cariño siempre debe estar en exceso, igual que el afecto físico. Que cada día y mientras más podamos, debemos incluir un montón de besos, de abrazos, de apapachos, borranchinas, y sin que falte la dosis de cosquillas, porque es tan triste voltear a tu alrededor en este mundo de adultos donde a sus padres se les hizo muy tarde y nunca tuvieron estas cosas y crecieron tal vez sin conocerlas y ahora son inseguros, con problemas más intensos que los de la vida cotidiana y eso mismo deriva en consecuencias aún más complicadas.
Definitivamente sí se hace tarde, por eso la importancia de estar presentes. Volvámonos musas, ensuciémonos mucho, despeinémonos y seamos como esos niños, sin prisa, sin enemigos y sin rencores.