Finalmente ya se estrenó la última y tercera temporada de “Luis Miguel, la serie”, esta vez fueron seis capítulos los que cerraron el ciclo y todos están disponibles ya en Netflix, a diferencia de las temporadas anteriores donde se estrenaba un episodio por semana.
La segunda temporada careció de ritmo y de momentos clave como fue la primera entrega que realmente fue todo un suceso, primero porque Luis Miguel nos contaba aspectos de su vida de los que siempre tuvimos curiosidad –obviamente ficcionados– y también porque la primera parte tuvo a un gran villano, a “Luisito Rey” a cargo de Oscar Jaenada. Y esta vez los antagónicos en la segunda y tercera entrega no tuvieron un peso verdaderamente relevante, no es culpa de los actores, hay que decirlo, todos trabajaron muy bien.
En estos últimos capítulos veremos por qué es que Luis Miguel accede a que hagan una serie sobre su vida y también veremos el desarrollo sentimental de su relación con Mariah Carey. Toda la parte de su relación con Aracely Arámbula y el nacimiento de sus otros dos hijos se omiten, Aracely ya había advertido a inicios del año que su imagen ni su nombre podrían ser utilizados para esta ficción.
En la relación con Mariah, vemos a un Luis Miguel tóxico, celoso de la fama de la cantante, él estaba acostumbrado a ser el centro de atención, pero andando con ella, entendió que no toda la gente gira en torno de sus deseos. Pero ya lo advirtió el mismo Luis Miguel en Twitter: “La serie de Netflix es ficción. No es 100% verdad. Basada en hechos reales”.
Hay que destacar el trabajo histriónico de Diego Boneta, se entregó por completo al personaje, transmitió la esencia de Luis Miguel íntegramente, a veces a mí como espectador se me olvidaba que no era “El Sol” el que estaba en pantalla, por ahí sí se ve uno que otro error en la caracterización con el exceso de maquillaje y también se ve al público en animación mientras canta en el escenario, como de videojuego de los 2000.
No me había tocado ver en una serie cómo se desarrollaba la negociación ficcionada de la serie misma, ni ver al mismo actor haciendo de otro y que otro a su vez lo esté haciendo a él. Es decir, Diego Boneta haciendo de Luis Miguel en la misma escena donde Michael Ronda hace de Diego Boneta. ¿Qué multiverso es este? Pero la narrativa se entiende perfectamente. Algo que destaco mucho es que justo la trama se contó en dos líneas del tiempo siempre, lo que le daba mejor ritmo. Los fantasmas del pasado regresan y nuevos actores se integran.
El desenlace pasó sin pena ni gloria, tuvo un cierre digno, pero como espectador esperaba momentos más dramáticos, muchas de las escenas supongo se apegaban a la personalidad de Luis Miguel, un hombre solitario, frío y poco expresivo sumido en su propio mundo. Buen ejercicio el de Netflix de presentarnos el lado B de Luis Miguel, aunque sí creo que muy supervisado por su propia gente.