Eran las 10 de la noche de un martes y saliendo del periódico donde trabajo, me di cuenta que el último camión hacia mi casa estaba por irse. Corrí para alcanzarlo, pero al subir sentí miedo. “Son las 10 de la noche y yo en camión sola”, me dije. Tenía que irme de todos modos, así que pagué y voltee a buscar un lugar cercano a la puerta “por si acaso”.
Al voltear me doy cuenta que no soy la única que toma precauciones por miedo. Del lado izquierdo del camión estaban los asientos individuales llenos de mujeres, los del lado derecho eran dobles, pero ninguna estaba sentada del lado de la ventana. Eran más mujeres que hombres y todas sentadas sobre el pasillo, “por si acaso”.
De alguna manera me sentí más tranquila, cuando el miedo es compartido se siente menos pesado, aunque dentro de ti mueres de coraje por tener que pasar por todo eso.
Cada vez que subía un hombre al camión la mirada de todas era hacia él. “Velo, grábate cualquier marca, lunar, cicatriz visible, por si algo pasa”. Esos pensamientos vienen a la mente solos, pero sé que no soy a la única que le sucede eso.
¿Por qué tenemos que pasar por eso? Como fondo se escucha un locutor de radio diciendo “Sigamos consintiendo a nuestras mamás que son lo mejor que tenemos en el mundo. ‘Llévenlas a pasear’ (como animales, ¿supongo?) aunque ya haya pasado su día, ellas no deberían tener sólo uno”.
Curioso. Un día después del Día de las Madres fui a comer a un restaurante y en la mesa de al lado mío había a un grupo de hombres comiendo, cuando se levanta una muchacha con su hijo al baño y escucho de ese lado: “¿Y esa ‘morrita’ es mamá? Está bien buena para serlo, deja le hago unos (hijos) más bonitos”.
Seguramente ese hombre sacó a “pasear a su mamá” y mientras comían veía lascivamente a cuanta mujer se pasaba por enfrente. Seguramente ese hombre le compró algo a su mamá, pero al otro día estaba sacando mierda por su boca respecto a otra madre de familia.
El machismo está tan arraigado en México que no solamente se trata de insinuaciones, los comentarios han escalado a la violencia, al asco, al horror y es aplaudido. No es cierto que México se ha abierto a la tolerancia, al respeto. No. Seguimos estancados en ese pensamiento en el que “no importa lo que digan, no es como que nos estén haciendo daño con palabras”. “no es como que la estuviera violando por decirle que está buena”.
Es asqueroso y frustrante. Yo no soy madre, pero soy mujer y tengo una hermosa hermana de 13 años que en poco tiempo tendrá que empezar a vivir por sí sola, ir a la escuela sola de vez en cuando y me aterra pensarlo. No quiero que sienta ese miedo que sentí yo a las 10 de la noche. No quiero estar yo con el pendiente de que algún tipo le haga algo. La asuste o peor.
Yo también tuve 13 y a esa edad empezaba a ir a casa de amigas. Un día fui a casa de una de ellas junto con otras niñas de mi edad, todas compañeras de salón. Le pedimos permiso a su mamá para que nos dejara bajar a jugar a las resbaladillas del fraccionamiento y después de mucho rogar nos permitió ir una hora. Estábamos por subir a la casa cuando en las escaleras se aparece de la nada un hombre con una gabardina. “¡Oigan!, ¿quieren ver algo?” Nos quedamos paradas.
Dos amigas corrieron hacia arriba del miedo y yo me quedé estática. El hombre abrió su gabardina y estaba desnudo por lo que pude ver su miembro y más. Tenía 13 años. El evento me hizo reaccionar y corrí hacia arriba mientras ese hombre se reía… Mi hermana tiene 13.
Quiero un mundo mejor, no sólo para ella sino para todas nosotras. El nivel de prevención de las mujeres en el camión me sorprendió, aunque puede que haya sido una coincidencia, pudo habernos salvado la vida en un caso de emergencia.
Pero seguiré manteniendo mi postura: NO tendríamos porqué sufrir esto.