Y esta mi última parada después de dos meses de recorrer una parte del mundo. Claro que ya estoy cansado, pero también muy emocionado de llegar por fin a un lugar donde podré hablar en español: Barcelona.
Este destino fue más un reto personal para mí, pues quería extender mi viaje lo más que pudiese y créeme, Barcelona fue la mejor decisión. Además del conflicto entre catalanes y españoles, esta ciudad tiene una cara bella desde que llegas, la gente que vive aquí es muy guapa, la arquitectura del «Art Nouveau» es impresionante, y no se diga el sinfín de museos, restaurantes, bares y demás para divertirte, una última cosa, ¡tiene playa!
Unos días antes de llegar me enteré que estaría hospedándome en la conocida zona de Eixample o mejor dicho, “Gayeixample”, como dicen mis queridos barcelonenses. Así es, nada mejor para mí, pues además esta zona gay es también donde se encuentran diferentes puntos de interés turístico como las obras de Antonio Gaudí, entre un sinfín de intereses para nosotros los turistas, y claro conectados a las mejores vías como paseo de Gracia y la Rambla Cataluña, entre otras.
En Eixample me quedé en casa de Enrique, amigo de mi amigo Víctor. También le escribí a otro amigo de Ciudad de México que vive en Barcelona y que está a punto de casarse con un chileno que conoció en esta ciudad. Hice que todos nos reuniéramos en la terraza del “Axel Hotel” y reímos, tomamos, recordamos, extrañamos México, Chile, Guadalajara, etcétera, pero todos felices en Barcelona, pues cabe decirte que es la ciudad más amigable que yo hasta ahora he conocido.
Al día siguiente me dispuse a ser un turista y conocer todo el itinerario que me propuse pues mis días estaban contados y ya sabes, córrele, sube, baja, compra, ve, visita, la foto… Pero en la noche no podía faltar “La Chapelle”, un bar gay súper pequeño que usualmente tiene mesas sobre la banqueta, pero todo mundo está adentro, pues prefieren ver las bellas caras de los hombres que visitan este lugar; después fui a otro que se llama “Arena” este ya no era bar era una disco y terminé como hasta las 4 de la mañana y todo esto junto a mi querido Enrique.
Era ya otro día y me di el tiempo para abrir mi Grindr y hablar con chicos, unos que parecían dioses griegos, esculpidos, de diferentes tonos de piel, cabello, ojos, alturas… pero todos hermosos y lo mejor, los más lejanos en la app estaban a 500 metros.
Conocí un lugar de encuentros que se llama “Baby”, ahí tal cual es ir a tener sexo, no platicas, no nada, solo hay cuartos obscuros y una sexshop al inicio del local que funciona como pantalla. Y me imagino que te estarás preguntando que cómo me enteré de todo esto, pues muy fácil, en estas ciudades el tema LGBT está tan superado que donde sea encuentras un mapa gay.
También visité el vapor más famoso de Barcelona, “Casanova” y debo decirte que hay muchísimos más lugares de los que te imaginas, no terminarías de visitarlos en una semana, pero lo que tiene este en particular es que abre 24/7 los 365 días del año, ¡imagínate nada más!
Con la expectativa muy alta, entré y pagué los euros necesarios –que no son pocos– y me fui algo decepcionado, pues debo admitir que aunque son una ciudad cosmopolita y tienen el tema sexual y de drogas muy superado, yo aún deseo que el contacto con otro humano sea más que un impulso.
En esta ciudad como en muchas otras más, el uso de las drogas es legal o está permitido, por lo tanto la mayoría de los chicos las usan como si fuesen a ponerse el condón, lo cual no veo nada mal, pero además, allá son tan directos que ya no hay beso, caricia, te quito la ropa, o quédate 5 minutos y demás, súmale que están tomando PrEP y ya nadie quiere usar preservativo, todos se sienten blindados, entonces todo se vuelve deshumanizado.
No te estoy diciendo que este bien o mal, solo explico cómo me sentía, claro que conocí chicos a los que les dices: esto sí; esto no; o así, sí y así no… la pasé increíble. Quiero que todos alguna vez visiten Barcelona pues es un paraíso y que además visiten la playa gay, que yo no tuve tiempo y ese es mi pretexto para regresar.