En junio del 2018 visité por primera vez Cozumel y creí haber visto muchas cosas, pero me quedé cortó. El pasado 16 de mayo viajé por segunda vez a esta bella isla porque el diario en el que trabajo, tuvo la invitación para recorrer de nueva cuenta los espectaculares tesoros que tiene Cozumel y la verdad es que el trato de la Secretaría de Turismo fue excepcional. Muchas gracias a Pablo Aguilar y Pedro Hermosillo por sus atenciones.
Para comodidad de todos, Volaris, la aerolínea, ha abierto un vuelo directo de Guadalajara a Cozumel cuya duración es de aproximadamente dos horas con cuarenta minutos, súper rápido y eficaz, se olvidarán de las escalas y los tiempos muertos.
Reconectando con el paraíso
Me encantó revisitar Cozumel porque prácticamente en primera visita no conocí nada. Esta vez tuve la oportunidad de conocer San Gervasio, una zona arqueológica que tiene una vibración muy especial, inmediatamente cuando entré sentí como si mi alma hubiera viajado en el tiempo y hubiera estado en contacto directo con esa civilización maya que es y ha sido muy adelantada de su tiempo, con una inteligencia digna de admirarse.
Pedro Hermosillo, director de Turismo y Desarrollo Económico del Ayuntamiento de Cozumel, nos contó que los mayas hacían caminos de piedra como señalización para saber sus desplazamientos y llegar con mayor exactitud hacia donde querían dirigirse. También que descubrieron el árbol del chicle, de cuya corteza extraían esa savia que se convertía en goma, la masticaban para salivar y así mantener húmeda la boca cuando caminaban por largas horas.
También tuve la oportunidad de conocer el parque Chankanaab donde se realizó la Travesía Sagrada Maya, donde los canoeros remaron desde Xcaret hasta Cozumel, y por la noche, después de varios años de no realizarse, el público tuvo la oportunidad de ver la Noche del Oráculo, donde los mensajeros de la Luna, llevan sus ofrendas para pedir por la buena prosperidad a Ixchel, diosa de la abundancia y la fertilidad. Además, ahí también se recrea cuando Juan de Grijalva y Hernán Cortés desembarcaron en estas costas.
En el parque también conviví con los delfines, un manatí y un lobo marino, quienes son tratados muy bien y viven en su hábitat natural. El Cielo es una playa que literalmente te sientes como en las nubes, es bellísima, llegué en catamarán hacia ella y puede ver estrellas de mar y una mantarraya que nos daba la bienvenida. Me perdí la oportunidad de tirarme al mar abierto porque no sé nadar, pero ya me puse como meta aprender para poder disfrutar de esa actividad.
Un trato de lujo
Me hospedé en un hotel muy cálido que se llama Park Royal Cozumel, que es para toda la familia, es todo incluido y tiene restaurantes de especialidades, donde hay que reservar previamente para poder degustar de su delicioso menú. Así también conocí el planetario Cha’an Ka’an, para que también sepan que hay turismo cultural y astronómico, más allá de las paradisiacas playas de la isla.
Otra actividad es el Pueblo del Maíz, muy cerca de San Gervasio, ahí entras en el tiempo y el guía, quien es bilingüe, te va platicando acerca de cómo vivían y se desarrollaban las comunidades mayas. Conocí más sobre el cacao, probé el chocolate tostado sin endulzante, el sabor es similar al del café, pero también lo degusté con miel y fue algo asombroso para mi paladar. Además hice una tortilla en metate y también comí una salsa deliciosa a base de pepita de calabaza. Me enamoré de Cozumel, espero pronto regresar para viajar en submarino, comer en el centro de la isla y ver un amanecer en las playas de la isla, que hay que decir, están limpias de sargazo.