Todo el año, en distintas partes del mundo, se llevan a cabo “festivales” que acorralan, torturan y matan a decenas y hasta miles de animales no humanos.
El pasado 29 de mayo, más de 200 ballenas y 40 delfines fueron asesinados en la provincia de Streymoy, capital de las Islas Feroe en Dinamarca. Los hechos fueron registrados por los habitantes de la región quienes catalogaron esta práctica como una tradición centenaria, justificación para cada año.
Pescadores y fanáticos aprovechan la época de otoño –temporada en la que los cetáceos migran hacia el norte en busca del verano– para cazarlos, asesinarlos y comercializarlos. La tradicional matanza acaba con la vida de aproximadamente 800 animales anualmente. Estos son asesinados con cuchillos y arpones, herramientas que rompen la espina dorsal del animal llevándolos a que mueran desangrados.
Es importante destacar que la legislación de las Islas Feroe permite la caza y comercialización de carne de ballena.
Todos los años, entre septiembre y abril, pescadores de Taiji (Japón) cazan alrededor de 20 mil delfines y otros pequeños cetáceos de forma cruel, acorralándolos en una ensenada de baja profundidad para atraparlos. La escena de las aguas teñidas de rojo por la sangre de los cetáceos, que durante la captura resultan heridos mortalmente, es cada año una terrible realidad que los pescadores tratan de ocultar a la prensa y los observadores que se acercan al lugar.
Los objetivos de esta captura son dos: la producción cárnica y la caza de ejemplares vivos para cautiverio.
Para la producción cárnica los delfines son literalmente «acarreados» en camiones a mataderos cercanos donde mueren degollados y desangrados. La carne, rotulada como “carne de ballena”, satisface el consumo de la población japonesa e internacional, donde tiene cada vez mayor demanda.
A menudo hieren a algunos de ellos para retener a los miembros de su familia, porque los delfines no abandonan a un miembro de la familia que está sufriendo. Los pescadores proceden a estrechar las redes para cerrar las salidas a mar abierto. La mañana siguiente, comienza la matanza: los pescadores utilizan lanzas y garfios para apuñalar y desangrar a los animales que no tienen posibilidad de escapar. El mar se tiñe literalmente de sangre, imagen impresionante que ha despertado la ira de la comunidad internacional.
La mayoría de delfines son descuartizados y vendidos como comida, mientras que algunos se venden a delfinarios y parques acuáticos para realizar espectáculos, convirtiéndose en cómplices de esta matanza.
Pero no termina ahí. Del 21 al 30 de junio (ahora mismo), se está matando a miles de perros. El Festival de Yulin, en China, es una “celebración” del solsticio de verano en la ciudad china que reúne a toda una industria de la crianza de perros con el fin de matarlos para consumir su carne. Durante el festival, entre 10 mil y 15 mil perros son torturados y asesinados.
Según las creencias chinas, el consumo de la carne de perro ayuda a resistir los fríos del invierno y además trae buena suerte a quienes la comen. La costumbre muy antigua de los poblados de ciertas regiones de China de comer la carne de perro llegó a ser un festival nacional en los 90, cuando llegó a las ciudades grandes.
Millones de firmas. Repito: millones, han sido promovidas a nivel mundial para terminar con estas “celebraciones” que torturan y matan a animales inocentes. Mensajes, campañas, firmas, programas de televisión dedicados a publicar el “aberrante actuar de estas localidades y sus creencias”. Incluso tú eres incapaz de mirar las imágenes y los videos de todos esos animales gritando, tratando de escapar de la matanza. Imposible que no derrames una lágrima por ellos.
¿Y entonces?
Qué pasa con todas esas vacas, cerdos, cabras, cabritos, lechones de un mes de edad, becerros que día a día en América utilizamos para comer.
14 de enero de 2019: En Veracruz, un camión se accidentó y no pudo continuar su camino. Decenas de personas llegaron al lugar y en vez de ayudar, robaron el ganado que transportaba el camionero. Bajaron a las reses, las apalearon, les aventaron rocas –e incluso algunas personas ya tenían sus cuchillos en mano– y comenzaron a torturarlas hasta matarlas, en plena vía pública, y de ahí las cortaron en pedazos sobre la avenida y se llevaron los cachos a sus respectivas casas (cabe resaltar que está prohibido legalmente matar reses en la vía pública, pero México).
Eso sin contar las matanzas dentro de mataderos, donde, para fortuna del sentimiento de culpa de los consumidores, lo hacen a puertas cerradas y alejados de la ciudad para no dejarles saber qué sucede ahí.
¡PERO SPOILER ALERT! Les sucede exactamente lo mismo que lo que ven y denuncian con esos perros, con esos delfines, con esas reses en la carretera de Veracruz, con esas ballenas.
Los encierran, los engordan, los golean, les dan descargar eléctricas o deshacen sus cráneos y cuerpos a palazos. Les ponen una bala en medio de los ojos y todavía vivos los abren en dos o les cortan su garganta.
A los bebés los separan de sus madres y si son hembras las dejarán crecer en el mismo suplicio que sus madres, pero si son machos serán torturados, golpeados y asesinados para ir directo hasta el supermercado.
¿Cuál es la diferencia? Firmamos peticiones y hacemos campañas contra el maltrato en Dinamarca, en China, en Japón. Queremos que se detengan, que paren esas masacres, pero aquí en nuestro plato tenemos pollo, carne de res, alitas, pescado, salmón.
¿Quiénes somos? ¿Quiénes queremos ser?
Ahimsa se refiere a un concepto que aboga por la no violencia y el respeto a la vida. De esta forma, implica no sólo no matar sino también no causar dolor físico ni emocional a cualquier ser vivo, ya sea a través de los pensamientos, las palabras o las acciones.
Ahimsa también se relaciona con el respeto al espíritu, la naturaleza y las culturas, es decir, a llevar una vida en paz con todo aquello que nos rodea. De algún modo, este término representa la congruencia entre lo que decimos, pensamos y hacemos en relación al acto de dar amor y estar en armonía con el mundo. Profundicemos.