Desde la mañana del sábado estaba preparándome mentalmente para lo que se venía en la marcha del 28SGdl. Solamente que en esta ocasión mi hermana de 14 años me pidió acompañarme, igual que su mamá (segunda compañera de mi padre y gran aliada).
Iba a ser distinto porque ahora íbamos a mostrarle esta lucha más de cerca a mi hermanita, así que todo tenía que ser bien explicado.
Pero realmente, ninguna explicación puede servir de mucho. Sólo debes esperar a vivir el momento y darte cuenta por ti misma lo que significa esta lucha y su contingente. Cientos de mujeres estábamos en el olvidado Monumento a la Madre esperando comenzar, en ese momento no imaginé que seríamos miles marchando por la libertad de elección.
Las reglas fueron claras para los medios de comunicación y para los hombres que estaban ahí para cubrir el evento: “no fotografías, no violencia y no unirse al contingente”, o al menos eso creíamos.
“Aborto sí, aborto no. Eso lo decido yo” fue una de las consignas que sonaron con más fuerza mientras miles de puños se levantaban tan fuerte que parecía que queríamos golpear el cielo.
El sudor y cansancio se nos olvidaba cada vez que veíamos pasar en los camiones o por la banqueta a gente que nos saludaba o levantaba el dedo para darnos apoyo, así como también nos grababan mujeres y sonreían como si fuéramos un orgullo para todas ellas, y yo así me sentí: orgullosa, libre y poderosa.
Mi hermana gritaba con todas su fuerzas, bailaba y trataba de aprenderse todas las frases que gritábamos y repetíamos una y otra vez. No sabía bien qué decíamos pero ella gritaba… en ese momento me di cuenta que “M” ya había entendido todo.
Podría pararme a hablar de ese tipo que se atrevió a seguirnos por toda la marcha amedrentándonos y enseñándonos el dedo medio como si eso fuera a pararnos o a importarnos. También de todos esos “compas” de distintos medios que, por tener su cámara en mano, se sintieron con el poder de desafiar al contingente y tomar fotografías de los rostros de compañeras que hacían pintas. Pero no pienso ahondar en ese tema. No pienso dar detalles de esos machistas y violentos porque quitarían peso a la poderosa experiencia que compartimos en esa marea verde.
Al contrario, mejor destacar esa mujer que bailó frente a un protestante guadalupano que, mientras gritaba “Viva Cristo Rey” frente a la Catedral, ella se movía sonriente frente a él, así: sin miedos, sin prejuicios… libre.
O aquella otra que fue la más valiente para portar un letrero en su mochila que decía “Yo aborté”, haciéndole saber al mundo entero que no tiene nada porqué avergonzarse y que, al contrario, está ahí luchando porque las demás mujeres tengamos el acceso a esa opción sin arriesgarnos a morir en la clandestinidad.
También las compañeras que cubrían los rostros de aquellas que se animaban a pintar, para que los fotógrafos no lograran captar sus rostros y exhibirlas. Y sin olvidar a mis amigas, a las RIPAZ, que por segunda ocasión nos abrazamos, nos cuidamos y nos acompañamos en todo el camino.
Esas mujeres que se acompañaron de sus hijas, de sus madres, de sus hermanas y hasta de sus mascotas. Las que fueron solas porque ya agarraron el pedo de esta lucha y se unieron en una sola voz con nosotras.
Esas que ya tienen mucha más experiencia y nos han dejado aprender de ustedes a las que no llevamos mucho tiempo en lucha.
Gracias, gracias porque aunque hay muchísimo trabajo por hacer, no cayeron en provocaciones, no nos dejaron solas y gritaron con nosotras tan fuerte, que a tres días de la marcha, TODOS siguen hablando de lo que hicimos este 28S.
Un especial agradecimiento a Mi amigo Alfonso Hernández, responsable de las fotografías de esta columna, quien cubrió el evento con total respeto a la lucha.