En un mundo capitalista donde ser voraz es una característica que nos distingue a todos, el director Bong Joon Ho nos ofrece un filme espeluznantemente efectivo sobre lo materialistas que somos. “Parásitos”, ganadora de la Palma de Oro de Cannes y nominada a los Globos de Oro como mejor cinta extranjera, es un proyecto surcoreano que aborda de manera magistral el drama, la comedia negra y el suspenso, con un desenlace tan perturbador y tan estéticamente bien desarrollado que embelesa como la más impactante obra de arte.
Hace mucho que no me cautivaba tanto una película, al grado de llevarme al desconcierto. La analogía que hace Bong Joon Ho de los parásitos con una familia de clase humilde que busca la manera de subsistir aprovechándose del trabajo que hacen otros, me dejó abrumado. Los protagonistas, padre, madre e hijos, incluso adquieren una corpulencia como de bicho, de aquel que se alimenta de la suciedad y desarrolla sus anticuerpos en los planos más complicados e inhóspitos.
Desde la comedia negra, el director nos sumerge en una trama llena de claroscuros que nos van inquietando a medida que llegamos al clímax. Sin saberlo, una familia rica comenzará a alojar a una familia pobre, pero bastante astuta.
Con mentiras, “Kim Ki-woo” (Choi Woo Shik), llega a dar clases de inglés a la hija de los acaudalados y luego ingresa a su hermana (Park So Dam) como una profesora y psicóloga para que le dé clases al más pequeño de la casa, pero ella es aún más astuta y coloca a su padre “Kim Ki-taek” (Song Kang Ho) –el protagonista de la trama– como el chofer de la casa, finalmente entre los tres logran quitar al obstáculo más grande de su plan, el ama de llaves (Lee Jung Eun), para que la matriarca de la familia (Chang Hyae Jin) ingrese como la nueva líder domestica de la residencia.
Ambas familias comenzarán a generar lazos afectivos basados en la manipulación, el poder y la adulación. Mientras tanto algo muy siniestro comienza a tomar forma desde los muros de la casa.
Es interesante como el director se apoya en un recurso que le resulta ser infalible, el escatológico, si bien una película no genera olores de manera tangible, a través de las acciones de sus personajes, de manera magistral el cineasta hace que nos imaginemos los olores a humedad, a suciedad, a sudor y demás aromas por los que a diario nos encontramos en nuestras actividades.
Comenzamos de una manera amable a generar empatía con la familia humilde, pero también con la rica, entendemos los problemas de ambas por subsistir y existir, respectivamente. Luego nos reímos de sus desavenencias, pero terminamos asombrados por el giro que toma el desenlace, de repente nos encontramos ante un suspenso y terror psicológico apabullante que no hay momento ni de respirar. Vayan a la sala de cine con sus sentidos alerta, porque la experiencia lo vale.