Dicen que las crisis sacan lo bueno y lo malo de las personas, ¡vaya que es verdad! Justo ahora lo estamos viviendo a causa de la contingencia sanitaria por la que atravesamos. El arte confronta y es un fiel espejo de nuestro contexto social, es así que el que una película como “El hoyo” llegue justo en estos momentos de incertidumbre para todos, nos ayuda a hacer un ejercicio de reflexión sobre dónde estamos parados.
Claro que la cinta del director español Galder Gaztelu-Urrutia es entretenimiento, pero no deja de ser una crítica al consumo desmedido del que todos formamos parte. Esta no es una historia de clases sociales, no, pone en evidencia lo egoístas que podemos ser cuando estamos en una situación de supervivencia y buscamos nuestra satisfacción antes que pensar en el de al lado.
Cuando se comenzaron a conocer los primeros casos de COVID-19, muchas fueron las personas que compraron todo el papel higiénico y productos sanitizantes que encontraron a su paso, antes que reflexionar y solo adquirir lo suficiente para dejarle a los demás también la posibilidad de abastecerse. Bueno, en “El Hoyo” sucede una premisa similar.
En una realidad distópica, los prisioneros hacinados en celdas apiladas observan hambrientos cómo la comida desciende en una plataforma. Los de más arriba comen en abundancia, pero los reclusos de abajo prácticamente no comen nada, solo se llenan de rencor y frustración.
El juego es maquiavélico, cada mes los prisiones despiertan en un distinto nivel, a veces les toca muy abajo, si tienen suerte les toca en medio y una que otra vez les toca arriba. Entonces, eso ocasiona que cuando les toca comer a manos llenas, no importa si ya saciaron su apetito, seguirán comiendo porque no saben si mañana solo lamerán los platos, la dinámica los vuelve hostiles, envidiosos, corrosivos y peligrosos.
A pesar de que hay internos que les piden a los demás que racionen la comida para que alcancen todos, o a la mayoría posible y que solo tomen lo que los satisfaga, el sistema es tan vil, que solo piensan en sí mismos, ¿fuerte, no?
“Goreng” (Iván Massagué), es el personaje que nos representa al público, porque a través de él vamos a conocer cómo funciona la plataforma, mientras más conoce él los secretos, mejor enterados estamos los espectadores y es ahí donde el filme ya nos tiene enganchados. Iván es un excelente actor, aquí en México no se conoce de él, pero investigué que la comedia es parte importante en su carrera y aquí ofrece una amplia gama de emociones, vamos de la risa, al llanto y al asco en segundos gracias a su gran interpretación.
Y es que la película es un cúmulo de emociones, primero nos despierta el hambre, nos llena la vista con grandes banquetes, luego nos provoca asco debido a la intensidad de sus escenas escatológicas. Su único punto debatible es final, el cual es abierto –creo que no podría ser de otra manera– pues permite al público realizar sus conjeturas, pero sí resulta un cierre ambiguo; el director nos hizo la mala jugada de entregarnos un gran monstruo y hacernos cargo de él a partir de nuestras propias teorías y conspiraciones, quiero pensar que será porque puede continuar el proyecto.
También quiero destacar las increíbles actuaciones de Antonia San Juan, la popular “Agrado” en “Todo sobre mi madre”, qué tamaño de actriz es y lo mismo Zorion Eguileor, la contraparte de Iván. Zorion, con su personaje de “Trimagasi”, se convierte en la conciencia que a veces a tormenta y otras tantas aliviana al impávido “Goreng”. ¿Ya vieron la película? ¿Les gustó?