Es presentadora, modelo y comediante, pero también una mujer con una destreza mental impactante, la colombiana Alejandra Azcárate sin duda es el ama y señora del Stand Up en América Latina. “A mí me llena el alma que la gente salga pensando (de sus shows) y se cuestiones más allá de la risa”, cuenta en entrevista.
Vemos a Alejandra muy segura de sí misma, porque lo es, pero el miedo también está latente presentación tras presentación. “Yo enfrento ese toro con pánico, esa es mi herramienta, yo siempre voy con el miedo expuesto, a mí no me gusta aparentar una tranquilidad de la cual carezco, porque soy muy honesta en todos los aspectos de mi vida y en esa sensación aún más”.
Comparte Alejandra que los primeros 30 minutos de su show son la prueba de fuego para controlar el nervio, pero ya luego todo comienza a fluir. «Reconozco mi fragilidad para luego encontrar esa fuerza», y vaya que la tiene.
Alejandra lo mismo ofrece shows en América Latina que en Europa y aunque pudiera parecer que la gente de un continente y otro son muy diferentes, sentimental y vivencialmente, dice la presentadora, nos ocurren las mismas cosas.
“La realidad de lo que uno puede vivir en ese terreno sentimental, poco o nada tiene que ver con el origen o la nacionalidad, es decir, las debilidades o los errores que uno suele cometer a la hora de tratar de encontrar una pareja, equivocarse en el camino o de experimentar en la convivencia, terminan siendo los mismos, cambian de color ciertos modismos, pero más allá de eso, pasa lo mismo, o sea, los celos no tienen idioma, la inseguridad no tiene terminología, la infidelidad es macro, todo termina siendo igual, la condición humana es la misma».
Sin embargo, al país al que va, procura tener contacto con la gente local para cambiar cosas muy puntuales, pero todo el contexto es el mismo en sus presentaciones. Eso sí, Alejandra toma mucho de lo que le sucede personalmente a ella para hacer clic con el público, tiene que ser congruente lo que dice con lo que hace y expresa, más si se trata de reírse de sí misma.
«Yo la verdad no finjo nada ni en el trabajo, ni en mi vida, no se meda fácilmente el tema de la diplomacia, que es como el traje de coctel de la hipocresía. Entonces, mi postura es muy real y muy auténtica con la cual me identifico porque ahí reflejo lo que pienso sobre lo que pasa en la vida, es una forma de expresión, que si invita a la risa es maravilloso, es un milagro, pero si no lo hace, te llama la atención, te hiere o te cuestiona». Y es que a La Azcárate sí que le gusta incomodar a la audiencia con lo que expresa. «Me encanta ser provocadora desde el lado positivo porque te despierta sensaciones, negativas o positivas, y eso es genial porque no tienes al público ahí inerte, eso es buenísimo».