Un poco de drama…
Enamorarse es bien bonito, aunque no te hagan caso, es bien bonito, lo juro. Uno se emociona solito, se ilusiona solito, idealizas en tu cabecita los momentos maravillosos que vivirás y de vez en cuando nos damos el madrazo solito, cuando aceptas que esa persona jamás caerá en tus redes de miel y pasión por más que te esfuerces.
Sin embargo, existen situaciones que hacen que ese tropezón se convierta en un verdadero infierno y evolucione de un simple chipote que se olvida a los días o meses –se supone- a una herida destinada a la gangrena eterna. Uno de estos amores complicados se dan en la oficina, en el reino de los Godínez, en plenas horas de trabajo en donde es inevitable huir del temido “radio-pasillo”, en donde todo el mundo cuchichea y hasta la “Fulanita” que no conoces de otra área sabe toda, o tiene una idea, de tus encuentros carnales con su también otro compañero, es decir tu “amor secreto”, con el que jamás ha cruzado palabra.
No puedo asegurar que todos, pero sí lo pienso, en algún momento nos hemos enredado sentimentalmente con algún compañero del trabajo y aunque existen buenas razones para emparejarse con alguien que comprenda tu dinámica laboral, existe todo otro lado bastante oscuro en el que alguien, por lo general, termina llorando y crucificado por todos los rincones de tu oficina.
Esas complicidades con los compañeros del trabajo son inevitables, en especial, cuando convives más con tus hermanos Godínez que con tus propios hermanos de sangre. A veces sabes más sobre el hermano y primo de tu compañero que se casó el mes pasado, pero ignoras por completo si tu hermano parido por tu madre prefiere las enchiladas verdes o las rojas.
Los amores de oficina son complicados si desde un principio no se establecen bien las reglas del juego y digo juego porque al inicio de esa aventura sentimental no tenemos una idea tan clara de que nos estamos enganchando, y cuando menos lo piensas ya esperas a que el reloj marque con exactitud un minuto para escaparse con fulanito o perenganita a la tiendita, toparse en la cocina casualmente sin querer pero sí queriendo o merodeas en la fotocopiadora aunque no tengas nada que hacer ahí con tal de que te echen una mirada de complicidad.
Bien dicen que cada quien hace con su corazoncito de pollo lo que quiere y se lo da a quien quiere, lo complejo es cuando todo mundo sabe que ese compañero de trabajo tiene pareja, por ejemplo, y lo peoooooooor de todo, para echarle más limón a la herida, quizá hasta lo conocemos medianamente en las fiestas fuera de la oficina y empezamos hacer conjeturas sobre lo que está pasando entre esos dos compañeros que cada vez conviven más y desde una manera más amorosa.
Uno como compañero de trabajo tiene la obligación de no entrometerse. Alimentas tu hambre cavernícola de chisme con los rumores que otros compañeros saben o de lo que ellos también se han enterado de otros chismosos argüenderos igual que tú, porque en las aldeas Godínez todos somos chismosos, no lo neguemos.
No diré que se hace en estos casos porque no lo sé, pero si estamos pasando por una situación similar quizá debemos tener en cuenta algunos factores que nos pueden afectar tanto en nuestra reputación profesional y personal ante los demás, si es algo que te preocupa.
Es decir, si sabemos de ante mano que nuestro amor Godínez tiene una pareja formal y mis compañeros de trabajo también la conocen, hay que estar preparados para saber contestar ante las confrontaciones que seguramente de manera directa o indirecta nos preguntarán o insinuarán: “Ya te vi con ‘Menganito’… pero ¿tú no tenías novio?”, “¿Pero, qué no se supone que ‘Fulanito’ tiene esposa?” Pero, pero, pero y más peros.
También hay que estar preparados para la santa negación, es decir, cuando tu compañero de romance de cubículo te niegue ante la presión diciendo que solo son amigos cuando en realidad se han besado apasionadamente a unas cuantas cuadras del checador. Ahí empiezan los madrazos emocionales, las discusiones, los reclamos y surge, probablemente, esa idea inamovible de que tú no tendrías problema en gritar que sí andas con tu compañero Godín y terminar de una vez por todas que esas habladurías.
Cierto es que no debe importarnos lo que digan de nosotros, pero cuando se está en un terreno laboral es importante marcar esas líneas que no permitirán que tus problemas sentimentales te afecten y estés con la mente nublada para hacer correctamente tus responsabilidades en la oficina.
Otro punto a considerar es pensar que ante un posible rompimiento –porque es algo que puede pasar– veremos a nuestro ex romance y aún compañero en los pasillos del trabajo y seguramente nos cause un tambaleo para superar con mayor facilidad el duelo de la relación concluida.
Cierto es que hay historias de amor maravillosas que terminan en boda y con noviazgos –si no eternos– si sanos que fueron una experiencia bonita y con aportación positiva, pero cuando las cosas no van bien y tenemos que “ocultarnos” de los demás hay que replantear con peras y manzana a qué le tiramos con ese noviazgo de oficina.
Ilustración de @jaimejohnston7