Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Hace unos días vi el concierto documental de Ariana Grande en Netflix –“Sweetener World Tour” – y mi percepción fue como si hubieran pasado siglos desde que fui a un concierto presencial. No ha pasado ni un año, pero esa sensación de escuchar a tu artista favorito ya se siente lejana. By the way, el espectáculo de hora y media de Ariana es un dulcecito, no revela nada trascendente de la estrella, se enfoca por completo en su tour del 2019.
Así es, “Ariana Grande: Excuse me, I love you”, sigue los pasos de la cantautora mientras viaja por el mundo con su gira. El material audiovisual captura sus más importantes interpretaciones de los hits que ha hecho sonar a nivel internacional, así como grabaciones exclusivas, tanto en su casa como en la carretera, con sus bailarines y su banda.
Podemos darnos cuenta como espectadores de todo el equipo humano y de producción que se requiere para hacer una gira de conciertos, la calidad que hay para desarrollarlos es impresionante. Me gustó mucho que en el cuerpo de bailarines, en el caso de los elementos femeninos, Ariana incorporó a un chico queer, esto, además de unirla todavía más al público LGBT, también le abre el panorama a otros jóvenes para que no tengan temor de ser ellos mismos y que sepan que siempre encontrarán un lugar en donde se sientan sanos y salvos, siendo muy libres.
Ariana deja ver su icónico estilo, así como momentos íntimos y emotivos que explican la conexión que mantiene con sus fans. Sin embargo, la parte más vulnerable que tiene como persona, sigue en lo privado, tal vez hubiera sido interesante poder ver algo más allá de lo que conocemos de ella. Es simpática, dulce y diva, pero al menos a mí como fan y espectador, me hubiera encantado ver algo más real, un momento clímax del show documental –musical.
Imagen que ilustra el artículo, tomada de internet.