La nueva película de Damien Chazelle, “Babylon”, es una obra maestra sin duda. Es una película sórdida, caótica, desenfrenada y vulgar, pero dentro de todo esto, es exquisita. La música es un elemento clave, la fotografía es espectacular y las actuaciones de primera línea.
La cinta homenajea la magia del cine, pero también critica a la industria que hay detrás de él, resaltando su hipocresía y la manera en la que consume y desecha a sus estrellas, pues finalmente hay decenas de soñadores listos para jugar esta ruleta rusa que vende opulencia, fama y fortuna.
“Babylon” es una epopeya original ambientada en Los Ángeles de la década de 1920 protagonizada por Brad Pitt, Margot Robbie y Diego Calva, con un elenco que incluye a Jovan Adepo, Li Jun Li y a Jean Smart. Una historia de ambición descomunal y escandalosos excesos, que sigue el ascenso y la caída de múltiples personajes durante una era de decadencia y depravación desenfrenada en los inicios de Hollywood, refiere la sinopsis, y no se equivoca.
La trama se sitúa en el fin del ciclo del cine mudo, para darle paso al cine sonoro, un momento crucial en la historia de la humanidad que abre paso a la modernidad en un periodo donde la libertad era un valor inigualable, que se ve coartada por las apariencias y “buenas costumbres” de los más acaudalados.
Chazelle tiene varios personajes clave en su trama donde desarrolla tópicos como el racismo, el sexo, la fama y la ambición, todos sus protagonistas tienen un interés particular y están dispuestos a hacer lo que sea por tal de encajar, aunque luego es mismas decisiones que tomen, les cobren una factura.
Hay diálogos profundamente interesantes como el que sostiene Brad Pitt con Jean Smart. El como un actor en el ocaso de su carrera y ella como una periodista mordaz que le explica que él como producto ha dado lo que tenía que dar y solo queda el exilio, y que en un futuro cuando las nuevas generaciones recurran a su trayectoria, vuelva a tomarse en cuenta su legado, aunque lastimosamente ya no lo vea él para atestiguarlo. Una escena cruda y amarga que resulta poderosa.
Pero también los plano secuencia que hace el director son maravillosos, así como los performances que tiene la cinta donde hay mucha pasión de por medio. También hay ejercicios interesantes y vertiginosos sobre cómo desarrollar una escena, donde el espectador experimenta un estrés total. “Babylon” es una cinta que merece verse en pantalla grande para entender mejor la magnitud de una industria voraz que aunque te consume, te tiene sujeto como una mosca en la miel.