“Candyman” toma el género del terror para hablar de racismo y gentrificación

La mítica historia de “Candyman” toma la pantalla grande de nueva cuenta, esta vez a manera de secuela. Estrenada en el otoño de 1992, la cinta de Bernard Rose marcó un momento trascendental en la historia del género de horror. Por primera vez un hombre afroamericano interpretó el rol antagónico principal en una importante película estadounidense de terror.

Ahora, el cineasta ganador del Oscar, Jordan Peele, da rienda suelta a una nueva versión de esta leyenda urbana a través del guion, mientras que la cineasta Nia DaCosta dirige esta representación contemporánea de este clásico de culto.

Cuando Rose hizo esta cinta en 1992, Jordan tenía 13 años. El cineasta era un monstruo cinematográfico diferente a todos los que habían existido anteriormente en la cultura pop occidental. “Yo era un fanático del horror cuando era un niño, pero no teníamos un Freddy Krueger o un Black Jason Voorhees que fueran afroamericanos”, comenta.

“Por lo tanto, cuando ‘Candyman’ salió, fue una cinta muy atrevida y catártica. Además era aterradora. A pesar de que hay muchos ejemplos de gente negra en las cintas de horror, este personaje en particular me parecía un auténtico renegado”.

Esta cinta engancha por la manera en la que el guionista y la directora hilan el género del terror y el suspenso con temáticas reales como el racismo y la gentrificación, con esta sinergia social y de entretenimiento, nos hacen ver a los espectadores que se pueden hacer cintas comerciales, entretenidas y que nos roban el aliento, pero que al mismo tiempo nos generan una reflexión sobre cómo tenemos tan normalizados los estereotipos sociales.

“‘Candyman’ es, en esencia, una alegoría sobre el racismo en los Estados Unidos”, señala Jordan Peele. “En esta película Nia ha explorado el aspecto racial en sus múltiples niveles, desde lo incómodo que puede ser el tema hasta niveles totalmente devastadores”, confiesa el cineasta.

Desde que tienen memoria, los residentes de la unidad habitacional del barrio Cabrini-Green de Chicago estaban aterrorizados por una historia de fantasmas que pasaba de boca en boca acerca de un asesino sobrenatural con un gancho en la mano.

Aquellos que se atrevieran a invocarlo sólo tenían que repetir su nombre cinco veces frente a un espejo. En la época actual, una década después de la demolición de la última de las torres Cabrini, el artista visual “Anthony McCoy” (Yahya Abdul-Mateen II) y su socia “Brianna Cartwright” (Teyonah Parris) que es directora de una galería de arte se mudan a un lujoso loft en Cabrini, que ha sufrido una gentrificación que supera lo concebible y ahora sus residentes son millennials en ascenso.

Cuando la carrera de pintor de “Anthony” está a punto de estancarse, un encuentro casual con un antiguo residente de Cabrini-Green (Colman Domingo),” Anthony” descubre la horrible historia real detrás de “Candyman”. Como se siente ansioso por mantener su estatus en el mundo del arte de Chicago y alentado por su comerciante blanco de arte, empieza a indagar sobre estos macabros detalles en su estudio a manera de una nueva inspiración para sus cuadros, y sin saberlo abre una puerta hacia un pasado complejo que pone en peligro su propia cordura y desata una aterradora ola de violencia que lo hará enfrentarse al destino.

“Cuando vemos por primera vez a Anthony, él está un poco deprimido”, dice Yahya Abdul-Mateen II. “Él había sido muy popular siendo artista emergente, pero ahora esa popularidad se ha enfriado”.

La leyenda de “Candyman” orienta la visión artística de Anthony hacia un camino más oscuro y más político que su predecesora. “Anthony crea una pieza llamada ‘Say My Name’ (Di mi nombre), que le entusiasma mucho”, relata Abdul-Mateen. “Ha encontrado, por primera vez en mucho tiempo, una obra de arte que le interesa porque tiene algo que decir. A través de esta pieza expresa la brutalidad policial, los traumas, la victimización y la opresión. Le emociona crear una obra de arte que fuerce a la gente a mirarse en el espejo, a confrontar la brutalidad policíaca, a enfrentar los temas de su arte. Está muy optimista y emocionado por compartir su creación con el mundo.”

Para interpretar a Anthony, Abdul-Mateen se inspiró en la muerte de Eric Garner en 2014. Él murió después de que la policía de Nueva York lo inmovilizó mientras lo estrangulaba en Staten Island, cuando lo arrestaron por vender cigarrillos sueltos. Su insistente súplica, “No puedo respirar”, se convirtió en el grito de guerra del movimiento por los derechos civiles y en contra del uso excesivo de la fuerza y de la brutalidad policíaca.

“El caso de Eric Garner muestra cómo las víctimas son transformadas en algo que no son; cómo una víctima es convertida en un monstruo”, precisa Abdul-Mateen. “Él fue una víctima, pero en sentido figurado, su nombre se convirtió en un arma. Eric Garner se volvió parte de una cultura, de una movilización que transformó su victimización en un movimiento anti policía”, destaca.

Si bien la cinta no genera esos sustos que nos hacen pegar brincos, como lo hacen las habituales cintas de terror, nos pone a temblar de una manera distinta, asociando el horror de la realidad que se vive en las calles, haciendo una analogía con una leyenda urbana.

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Kike Esparza

Soy un periodista apasionado del cine, la música y la moda. Tengo una obsesión por contar las horas y estornudar una y otra vez cuando tengo que tomar una decisión. Quiero ser como Carrie Bradshaw.

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En este blog Kike Esparza habla desde su experiencia, 12 años en el periodismo le han permitido adentrarse y disfrutar de tópicos como el cine, la música, la moda y la diversidad. Rosa Distrito es el espacio que disfrutamos todos.

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