Poco se habla de la relación del amor y la política, y no, no me refiero a los chismes de quién anda con quién, sino de los cambios que éste ha generado a lo largo del tiempo en México y en todo el mundo. El amor es motor de cambio en la política, de manera directa o indirecta, con plena conciencia o por ser políticamente correcto, como sea, el amor ha cambiado la política y la forma de vivir.
Es febrero, el llamado “mes del amor y la amistad”, todo se vuelve corazones, cartas, flores, globos, cenas en restaurantes y muchas otras ofertas para “demostrar el amor”. Las marcas nos quieren vender y recordar lo necesario que es el amor y la amistad en estos días, claro, como parte de su estrategia de mercadotecnia. Pero ¿qué pasa con ese otro amor que no está lleno de diseño y comerciales lindos, aquél que se gesta en los cabildeos, con los activistas, en las oficinas de gobierno, en los congresos y que promueven cambios en las condiciones legales y administrativas de las personas?
Pareciera que nos olvidamos que cuando se habla de la lucha por los derechos humanos de las personas LGBTIQ, cuando hablamos de la aprobación del matrimonio igualitario, de reclamar los derechos sociales igualitarios, el acceso al libre derecho de identidad o a condiciones de trabajo sin discriminación, son luchas que representan todo, menos al amor. No es así.
Todo el trabajo, todo el activismo por los derechos de las personas LGBTIQ y otras poblaciones en situaciones de vulnerabilidad es una gran lucha por el amor en sí mismo. ¿Qué se busca en todos estos frentes? generar las condiciones sociales, legales y administrativas para que todas y todos podamos amar a quien queramos sin temor, podamos acceder a los mismos beneficios conyugales a los que accede cualquier pareja heterosexual, que podamos expresarlo libremente sin el temor de ser golpeados o juzgados.
Muchos soñamos con esas historias románticas, que en más de una ocasión nos han sacado las lágrimas de lo bonitas que son, de lo plenas que se sienten las personas ahí representadas, al encontrar el “amor de su vida”. Esa es la verdadera lucha. Que todas y todos podamos recrear nuestras historias románticas sin que haya un Estado o leyes que nos lo prohíban. Por eso es importante la labor de las personas y de activistas en la pugna por los derechos igualitarios.
Durante mucho tiempo el trabajo con servidores públicos y personas en la política ha sido para sensibilizar y explicar a los tomadores de decisiones, sobre las necesidades reales que como población LGBTIQ tenemos, con el objetivo de generar cambios. Con la participación de gays, lesbianas y transexuales en la vida pública, ha tomado relevancia este hecho, porque de esta manera hay una o unas personas que conocen las problemáticas de primera mano. Aún dentro de las diferentes poblaciones hay distintas realidades, pero quizá es más cercano que alguien que ha sido discriminado, pueda tener esa sensibilidad para impulsar y gestionar cambios en la estructura administrativa y legal de nuestra ciudad, estado o país.
No nos olvidemos que el amor ha sido el motor de cambio que nos ha llevado a experimentar cambios en la sociedad, y eso también tenemos que celebrarlo en este mes donde nos bombardean de un amor romántico ideal para expresarlo a través de cosas materiales. También podemos celebrar y reconocer a todas y todos aquellos que han hecho posible, que un acto tan hermoso como es el amar, lo podamos expresar cada día un poco más libre en cualquier parte, sin miedo a ser señalados, juzgados o asesinados. Falta mucho, pero el amor ha generado grandes cambios en la política y la sociedad.