Tal parece que desde que hizo la saga “Crepúsculo”, Robert Pattinson se ha empeñado en demostrar que es más que un galán del cine comercial, sus últimas películas se han caracterizado por ser muy de autor, de lecturas y motivaciones abstractas cuya estructura nos despierta otro tipo de sentimientos como espectadores, y eso sucede con “El Faro”, su reciente filme.
El duelo actoral que sostiene con Willem Dafoe es impresionante, basta solo la presencia de los dos para sostener un filme que desde distintos ángulos es muy poderoso. Con Robert Eggers en la dirección, ambos histriones entregan una actuación muy física, dolorosa y vulnerable, no tienen miedo a sentirse incomodos, ríspidos, molestos y desagradables.
La visión que tiene el director en su estructura narrativa va de menos a más, entendemos cómo es que la locura los invade, cómo conviven entre la realidad y la fantasía. Pattinson es “Thomas Howard”, un joven solitario que viene de los bosques de Canadá para embarcarse en un trabajo muy hostil en medio de la nada, bueno, en medio de la soledad del mar, siendo ayudante del cuidador de un faro, “Thomas Wake” (Dafoe), quien no hace otra cosa más que exigirle el doble del esfuerzo que hace al trabajar.
Este es un retrato de esta manera social que hemos venido arrastrando cuando consideramos que alguien joven es muy inexperto para acceder a un rango más elevado simplemente por el hecho de tener menos edad y que por ello, tiene que soportar insultos y humillaciones para ganarse el derecho de piso.
Las analogías que hay acerca de las sirenas, las especies marinas y un monstruo del mar, toman un halo muy oscuro, al grado de hacernos sentir horror, el cual proviene de un halo bastante escatológico y erótico. En su locura, “Howard” comienza a tener alucinaciones y deseos pasionales profundos, tal vez la soledad de estar en una isla desierta con un capataz que a veces es amigo y otras enemigo, lo lleva a ese punto de quiebre.
Por otro lado “Wake” tiene un idilio con la luz que emana el faro, es un misterio que quiere descubrir “Howard” y no descansará hasta averiguar lo que ahí sucede.
El director no tiene reparo en incomodarnos, en hacernos sentir irritados. Además, la fotografía es bellísima, los claroscuros con los que trabaja el creativo son hermosos, cada cuadro está contando miles de cosas. Sin duda una película que tendría que estar en la carrera por los premios más importantes de la industria que ya comenzaron y que parece no han volteado a verla.
El desenlace de la película simplemente es espeluznantemente artístico.