He leído opiniones encontradas sobre “El juego de las llaves”, mientras a unos les encantó, a otros ni poquito. De lo que estoy cierto es que es un producto de entretenimiento y como tal, cumple muy bien su función.
Es una serie de comedia con una estructura de melodrama que Televisa y Azteca deberían echarle una mirada para que vean cómo nosotros –el público contemporáneo– consumimos los contenidos de ahora, desde su contexto, creación y desarrollo.
Pero bueno, la TV abierta también tiene que adaptarse a una audiencia –que aunque este tipo de tramas le causen morbo y la ruboricen– no está lista aun para hablar abiertamente de sexo a causa de la doble moral que impera todavía en nuestros días.
Pero recordando justo ahora, sí ha habido interesantes acercamientos en la televisión abierta como “Las Aparicio”.
La cualidad más grande que tiene “El juego de las llaves” es que tanto los desnudos que ofrece, como los diálogos que desarrolla, son mostrados con naturalidad, es decir, vienen de lo cotidiano; la provocación llega cuando tiene que ser, o sea, cuando las cuatro parejas protagónicas comienzan con el swinger, que incluso todo ahí resulta divertido, porque no hay mejor método que la comedia para hablar de aquello que queremos y deseamos, pero que por nuestra educación no nos animamos a ser tan abiertos para confesarnos. Y en ese sentido, los directores Kenya Márquez, Javier Colinas y Fernando Lebrija, ejecutan muy bien la narrativa para que contextualicemos mejor la información que nos ofrecen.
Otro atractivo que tiene la historia protagonizada por Maite Perroni, Humberto Busto, Marimar Vega, Horacio Pancheri, Fabiola Campomanes, Hugo Catalán, Sebastián Zurita y Ela Velden, es que los 10 episodios que ya están disponibles por Amazon Prime, son de media hora, lo que vuelve muy dinámico a cada capítulo.
Todos los personajes se acercan a los 40 años de edad, una generación que si bien desarrolla nuevas maneras de pensar en torno a sus sueños y aspiraciones, así como a su manera de dirigirse y desarrollarse, tiene la escuela de las generaciones anteriores, por lo cual es interesante ver cómo entran al juego que propone “Siena’ (Ela Velden), una veinteañera que ve al sexo como lo que es, una experiencia placentera, sin embargo, los lazos afectivos salen a relucir y a quienes viven el momento sin apegos y otros que caen redonditos.
Lo que sí le falla a la trama es que varios de los personajes están estereotipados, recurriendo a momentos que caen en la exageración que nadie en la vida diaria haría, o al menos de esa manera, por ejemplo, la propia ‘Siena’ que tiene escenas donde todo lo comparte en Instagram, que sí, todos lo hacemos, expresamos muchas cosas a través de esta app, pero me queda la sensación que para hacer ese tipo de escenas un cuarentón las desarrolló desde su perspectiva sin antes entender cómo reaccionan los jóvenes a las redes sociales, algo similar sucede con el papel de Catalán, un crítico de izquierda que habla de una manera un tanto inverosímil sobre sus idealismos.
Aunque eso sí, para mí la mejor pareja dentro de la historia es la que hacen Campomanes y Catalán, son quienes mejor escenas de sexo tienen, son más divertidos, con menos desinhibición y con una química muy particular. Para nosotros los de la comunidad LGBT agradeceremos los besotes que Pancheri se mete con otros personajes como el de Christian Ramos, quien es esa llave que lo conduce a encontrarse con su verdadero yo. Qué bien que también se hable de diversidad sexual de una manera natural y sin clichés como anteriormente sucedía. En fin, “El juego de las llaves” es una trama soft, pero muy efectiva, se van a divertir.