¿Les ha pasado que un día, así de repente, conocen o creen haber encontrado a la persona de sus sueños? Sí, esa con la que los temas en común, la vibra, la comunicación corporal, el sexo y la conexión son únicas, tanto, que hasta de verdad crees estar soñando porque estas cosas no te pasan todos los días. Todo va marchando de maravilla y de repente: ¡PUM! Cuando menos te lo esperas, esa persona sin decir agua va, desapareció sin dejar rastro alguno y quedas sin saber qué fue de ella o qué pasó.
Dentro de esta confusión, tú como persona adulta y empoderada que eres, regresas a tus actividades diarias pensando de vez en vez qué fue lo que posiblemente hiciste mal. Quizá te checas el aliento varias veces, le pones más suavizante a la ropa, revisaste a detalle tus comportamientos pensando que tal vez fuiste la raíz de su desvanecimiento.
Con el paso de los días comprendes que lo único malo que hiciste fue entregar a manos llenas y sin miedos tus ganas de querer, tu afecto, de compartirte y aportar cosas buenas, y algo muy valioso: tu tiempo. Pero, justo cuando estas al filo de que esa persona se convierta en un vago recuerdo en tu historial de relaciones fallidas, un día, sin más preámbulo y como una revelación divina con luz, sonido y vibración, te llega un mensaje y la pantalla de tu celular te dice:
“¡Hola! ¿Cómo estás? Tengo muchas ganas de verte. ¡Hay que salir!”
Vaya que se debe tener mucho valor –y no como virtud– para regresar a buscarte después de haberte ilusionado y enamorado sabiendo que no se iba a quedar, y que con alevosía y ventaja regrese, porque si ya lo hizo contigo, esto significa que es un patrón de conducta y ya lo ha hecho antes con alguien o algunos más.
¡Sí! En ese momento te estás tratando de convencer de que si volvió es porque se dio cuenta que tú eres la persona indicada y probablemente quieras darte la oportunidad de descubrir que lo que sucede es una señal. Pero, ¿mereces ser tratado de esa manera? Yo, me lo pensaría dos veces y dos se me hacen muchas.
Creo que es hora de romper esos patrones. ¡Amiga, date cuenta de nuestro valor! Hay que aprender a decir “¡NO!” a estos comportamientos que se han hecho tan comunes en nuestros tiempos. Es hora de decirnos a nosotros mismos lo mucho que valemos y que si alguien no quiere estar, tiene toda la libertad de irse, eso sí, sin permitirnos que nuestros sentimientos queden al dominio de su tiempo, pero sí darnos el chance que nuestro corazón pueda darle la bienvenida a alguien más.
¿A que le tienen miedo estos meninos? Nuestro corazón no es una azotea y tampoco estamos para esperar al gatito con las puertas abiertas cada vez que quiera volver a casa por atención, para después volver a irse y regresar cuantas veces así lo desee.