Crecí con una educación católica donde si haces cosas malas, te lleva el Diablo, y si haces cosas buenas, Dios te hace un espacio en el cielo. Y aunque Dios es amor, también te vigila y castiga, él todo lo ve y más te vale irte con cuidado, para que cuando te toque marcharte de este mundo, te arrepientas de todo lo malo que hiciste y así te lleve al paraíso.
No juzgo, ni critico estas creencias, pero con el paso de los años he tenido una visión más amplia y abstracta del mundo, nada es lo que parece, ni uno debe sentir culpas de su cuerpo, de su pensamiento, de sus deseos y de sus acciones, claro, siempre y cuando se respete al de al lado, es decir, que lo que tú haces, no dañe a terceros, actuar con conciencia, pues.
Y hacer una reflexión sobre esto me lleva a hablar de la muerte, en México nos reímos de ella y con ella a través de música y folclor, pero también le rendimos culto en el contexto de un sincretismo donde hacen sinergia la religión con nuestras raíces prehispánicas. Pero en nuestro día a día es un tema que poco tocamos.
¿Qué harías si fuera hoy tu muerte?
Yo seguramente estaría aterrado porque aún hay cosas que me faltan por hacer, seguramente les diría a mi mamá, mi papá, mis abuelas, mis hermanos, sobrinos y amigos lo mucho que los quiero y cuánto los voy a extrañar, e iría a buscar sexo, seguro… para terminar en el balcón de algún lugar fumando un cigarro y esperar mi final. ¿Poético, no? Pero no sé ni cuándo, ni cómo, ni a qué hora va a suceder.
Antes eso me perturbaba, me imaginaba las mil y un situaciones de cómo sería, incluso me volví hipocondriaco en mi adolescencia, pero ahora veo esta parte de la vida como algo natural que en algún momento sucederá y está bien. Lo único seguro de vivir es morir, por eso aunque suene a cliché, se trata de no limitarse sobre los deseos y aspiraciones, cuesta trabajo, a mí me cuesta trabajo, pero estamos aquí para VIVIR.
Mi vida ha sido buena, y no he tenido pérdidas tan fuertes hasta este momento, de verdad que he sido afortunado, he estado en situaciones de peligro, pero he salido airoso. Mis muertos cercanos han sido mis abuelos, dos hombre que por distintas situaciones fueron padres de familia ausentes, los conocí poco, pero suficiente, y les guardo un cariño y respeto. Me han pegado mucho las muertes de gente cercana con edad similar a la mía, porque pienso que puede haber sido yo. Pero a los muertos que más pesa dejar, es a los demonios internos, a los traumas con los que nos vemos enfrentados todos, y pesa, pesa mucho, pero cuando uno se despide de ellos, el peso que cargas sobre los hombros desaparece como si se tratara de magia.
Que nuestro Día de Muertos sirva para encontrarnos a nosotros mismos, para amarnos y no sentir culpas de lo que somos. Me despido con esta calaverita:
- Cuando La Pelona llegue por mí, la recibiré con alegría, que sepa la cabrona, que viví con algarabía. Que voy a extrañar a mis amigos, no hay duda de ello, pero a dónde vaya, en mi mente los llevo. Y que no piensen que me voy tan lejos, somos contemporáneos, que no se hagan pendejos. Los estaré esperando con emoción y cariño, hasta les voy a encargar un amorío, que sea guapo y buen amante, me lo merezco, ¡si soy a toda madre!