Más de alguna nos hemos reído con los memes que circulan en las redes social sobre la maternidad, y es que son tan ciertos, como ese de una mami soplando la vela de un mini pastel en contraste con una producida fiesta infantil y dice: “mi cumpleaños & el cumpleaños de mi hijo”.
Y no es que deseemos tener el mega festejo de cumpleaños, eso ya no es prioridad, ahora lo que nos gustaría es que nuestros peques tengan de todo, sí, literalmente de todo: show, disfraz, pastel, talleres, brincolines, piñatas, juegos, música, juguetes, dulces, dulces y más dulces, que nuestro hijo la pase fenomenal junto con sus amiguitos, y quedar bien con todos los papis.
Pero la realidad es que los niños serían igual de felices con las cosas simples, o por lo menos eso es lo que debería importarnos, más que gastar miles de pesos en los preparativos de una fiesta que incluya todo, porque además de toda la inversión en dinero y en tiempo te llevas mucho trabajo de organización y un gran combo de estrés porque quieres que no falte nada.
Acabo de festejarle a mis hijos, y efectivamente viví todo eso, me siento agotada físicamente por todo lo que implico que ese día saliera perfecto, sin contar todos los gastos que eso incluyó, y no negaré que la pasamos muy bien que todo salió lindo y que mi hijos se divirtieron tanto que mi pequeña al final de una jornada de diversión –que para mí fue como si hubieran sido dos días seguidos y sin descanso– dijo con un toque de reproche: “mamá, ¿por qué mi fiesta duró solo un ratito tan chiquito?” Y yo al escucharla casi se me sale el corazón, “¡qué, que, qué!… ¡pero si son las nueve de la noche!”.
Aún con todo esto puedo concluir que nosotros como padres somos quienes formamos y enseñamos a nuestros hijos el valor de cada cosa, y tampoco está mal si se puede y se quiere, alguna vez hacer un gran festejo hasta con orquesta si así lo deseamos, y que hacerles una gran fiesta no necesariamente los hará engreídos, ni desobedientes, pero seamos conscientes que un niño disfruta también de las cosas simples y que nosotros somos los únicos culpables si nuestros hijos se vuelven exigentes y materialistas.
En nosotros está enseñarles a ganarse las cosas, a ser agradecidos, a ahorrar, a organizarse, a cumplir con sus deberes y que no debemos dejar esa importante tarea a nadie más.
