Pareciera absurdo, pero es verdad. He dejado de cantar varias canciones y he dejado de reírme de muchos chistes que tienen contenido discriminatorio hacia personas LGBT+, mujeres, personas con discapacidad o personas que sufren de estigmas por su nacionalidad o color de piel. ¿Ha sido difícil? Sí, pero no imposible.
El problema es que he crecido en una sociedad que por un lado nos enseña a reírnos de todo y al mismo tiempo dentro de una cultura machista y homofóbica muy marcada.
Nos hemos desarrollado en una sociedad donde la feminidad es considerada inferior a la masculinidad, donde las mujeres tienen que estar en su casa esperando a su marido para servirle y donde todas las labores domésticas son su responsabilidad. Afortunadamente todo eso ha ido cambiando poco a poco.
Muchos de nosotros hemos cantado: “El que no brinque, que no salte… ¡puto!” o “entre tanto ramerío, ya te apodamos la ramera”, así como muchas otras frases que se incluyen en este tipo de canciones. También está el típico grito de futbol: “¡eh puto!”. Así que no nos podemos hacer los que no nos damos cuenta, hemos fomentado el cantar y reirnos de los chistes de “jotitos”, de “putas”, de “gordos” y más.
De manera personal he dejado de reírme y de cantar ciertas canciones que tienen alto contenido de discriminación a manera de solidaridad con los míos y otras personas de grupos vulnerables. He oído decir a personas que no pasa nada, que así somos los mexicanos, que no debemos tomárnoslo personal, que ahora todo es políticamente correcto, que ya no se pueden hacer chistes o expresarse como ellos quieran y que no se respeta su opinión.
Pero yo he dejado de hacer esto también por aquellas personas que la última palabra que escucharon antes de morir golpeadas fue “puto”, por aquellas personas que han decidido suicidarse por que no son lo suficientemente atractivas debido a que se les cataloga o etiqueta como “feas”, “gordas”, “amaneradas” o “machorras”, entre muchas otras.
Con esto no quiero decir que todos deberíamos hacer lo mismo, yo lo hago porque creo en el poder de la palabra y las acciones, por lo tanto evitaré decir este tipo de palabras o frases, menos cantarlas. Lo que me gustaría invitarles es a que pensáramos qué es lo que estamos cantando o diciendo y cuál es el mensaje que estamos transmitiendo.
Incluso, aunque sea en tono de broma debemos ser conscientes que estamos transmitiendo un mensaje para quienes nos escuchan, y quizá consideren que es nuestra postura personal, o lo vean como algo normal: el burlarnos de alguien por su condición física o su orientación sexual.
Por un lado, no sabemos si de manera indirecta nos estamos burlando de una persona cercana que pertenezca a estos grupos y no sabemos el impacto que tendrá nuestro “comentario chistoso” en su autoestima. Por el otro, con estas canciones y chistes estamos normalizando y avalando estas prácticas discriminatorias, quizá no de manera directa, pero si alguien observa a otro haciendo comentarios homofóbicos y los demás se ríen, para la próxima puede que esa persona que nos escuchó, lo repita para que otros se rían y así nos vamos hasta que a alguien se le haga fácil golpear a su prójimo para que otros se la pasen bien.
Quizá no lo hacemos por nosotros, ya sea porque no pertenecemos a alguno de esos grupos o porque no nos afecta que nos digan de esa manera, pero pensemos en que quien sea el afectado, puede ser alguien cercano a nosotros, incluso nosotros mismos en otras circunstancias en las que no tengamos la fortaleza de sobrellevar esos comentarios o canciones que se cantan a todo pulmón en las fiestas, o se usan para hacer reír a los demás.