Una duración de 50 minutos resulta bastante inusual para cualquier filme hoy en día. Demasiado largo para ser un cortometraje, demasiado corto para la media convencional de una película. Y si bien, sabemos que existe el término “mediometraje” en la jerga cinematográfica (porque a la gente obsesiva como yo, nos fascina tener términos muy específicos), después de ver la más reciente y alucinante entrega del “enfant terrible” franco-argentino, Gaspar Noé, me resulta imposible encasillar esta cinta. No solo en cuanto a su duración, si no en todo sentido.
Con “Lux Æterna” nos encontramos ante un experimento cinematográfico sui generis, de cine y sobre cine. Una declaración de amor y guerra, un autorretrato del caos, con el corazón en la mano. ¿Capricho? ¿Arrebato? Diría que una pasión iluminada, que se pinta con luces de neón y estroboscopia. Pero… ¿cómo empezar a describir esta experiencia? Sí, experiencia. Porque no me atrevería a nombrarla simplemente una “película”. “Experiencia cinematográfica” sería tal vez el término más apropiado (y es que también, es una forma muy elegante de llamar a algo que no tiene nombre, ni precedente, sin perturbar la paz mental de quienes aún están dudando en verla).
Pero vamos por partes. Que esta “experiencia” tiene una trama, sí. Pero es algo que podemos resumir en apenas unas cuantas líneas: La actriz Beatrice Dalle, en su debut como directora, se encuentra lidiando con el caótico rodaje de su primera película, una reinterpretación moderna de la caza de brujas en la Edad Media, titulada “L’œuvre de Dieu” (La obra de Dios). Y explica a su protagonista (Charlotte Gainsbourg ) los pormenores de la escena de quema de brujas que están por filmar.
Una premisa sencilla, ¿no? Al menos, en teoría. Y entonces, empezamos con la teoría. Algo de historia del cine como introducción (¿o más bien, de cine que hizo historia?), pues cuando vemos desfilar las primeras imágenes en pantalla, resulta un poco desconcertante visualizar la secuencia de un viejo documental a blanco y negro, que nos recuerda al cine mudo. ¡Una maravilla! Porque después de un breve lapso de inquisidores y hogueras, podemos darnos cuenta que esto no es una recreación, sino mágicos extractos de la emblemática cinta danesa de Benjamin Christensen: ‘Häxan: La brujería a través de los tiempos’. La primera y más icónica representación documental sobre la historia de la magia negra, la brujería y el ocultismo en la Edad Media. Secuencia abruptamente interrumpida por una oración sobre el oficio del Director, al más puro estilo del “Malleus maleficarum”.
A partir de entonces, seremos bombardeados constantemente con una serie ininterrumpida de intermitencias RGB, planos secuencia, holandeses, cambios a pantalla doble simultánea, cuadros 1:1 y a doble secuencia, a 3/4, a triple vertical… ¡El juego narrativo rompe con todo! Los experimentos técnicos se vuelven vértigo para el inocente espectador que trata de seguir cada acción en paralelo. El ritmo caótico del rodaje nos hace sentir en carne, aun sea por un instante, la tensión y la locura que se vive en el set.
Un maniático manifiesto de amor, locura y sacrificio, para los que viven del y para el cine. Una bomba de explosión inminente para el espectador, y un peligro declarado para personas con epilepsia y afecciones fotosensibles. Definitivamente, un estallido de sensaciones que no deja a nadie indiferente: lo amarás con violencia, lo odiaras con locura (o no sabrás si te has mareado hasta alucinar). Puedes acceder a la cinta en Cineteca FICG.