La cinta turca “Milagro en la celda 7” (Yedinci Kogustaki Mucize) ha sido todo un suceso hace un par de semanas cuando Netflix la subió a su catálogo, ha logrado conmover hasta los más duros por la empatía que generan sus personajes centrales, un padre con discapacidad intelectual llamado “Memo” (Aras Bulut Iynemli) y su hija pequeña “Ova” (Nisa Sofiya Aksongur), quienes son separados injustamente cuando él es acusado de asesinar a una niña de la misma edad de su pequeña.
Este filme es un remake de otros más que se han hecho en el mundo, pero justo esta versión ha tenido más repercusión puesto que Netflix llega a 190 países y en días de aislamiento es todavía más seguro que seamos susceptibles de ver un filme que nos va a hacer llorar. La película es muy tierna, muy linda y su base es el melodrama, justo para lograr conmovernos, tiene una fórmula infalible que se llena de elementos que sí o sí, nos harán derramas lágrimas; además, su final tiene un giro de tuerca que nos dejará rendidos emocionalmente.
La empatía que generan los protagonistas es inmediata, apenas van 10 minutos de la película y ya los quieres abrazar y proteger. Para cualquier actor debe ser un regalazo interpretar a un personaje con las características que tiene “Memo” y Aras lo hace muy bien, le brinda una gran emotividad sin ridiculizarlo, esa calidad interpretativa se requiere para un papel como éste, por otro lado la candidez de Nisa es tan natural que todos quisiéramos tener una hija como ella.
Cuando “Memo” llega a la cárcel, es interesante la relación que se da con sus compañeros de celda, quienes luego de enterarse de por qué está en prisión, lo reciben con una paliza, pero que al paso de los días caen en cuenta que un hombre como él no es capaz ni de matar una mosca y su presencia ahí también les comienza a cambiar la percepción que tienen de sus vidas cuando se enteran que “Memo” ha sido condenado a la pena de muerte por este hecho que le imputan injustamente.
Caemos en cuenta que la gente que está en prisión, es tal cual como los que no estamos en ella, no somos ni buenos, ni malos, sino victimas de nuestras fallidas decisiones, claro, hay gente que debe ser mala por naturaleza, pero la generalidad es que los humanos somos de contrastes y de matices. El reparto es muy nutrido con perfiles con los que nos podemos identificar, además, hay que decirlo: ¡qué guapos son los turcos!
Sirve pues la película para invitarnos a reflexionar sobre cómo casi siempre somos juez y parte de cosas, hechos y situaciones que no nos constan, pero por la manera en la que nos las presentaron o las queremos ver, ya decidimos si son negativas o positivas. Es muy fácil dejarnos engañar si no ahondamos en todo lo que nos rodea. Si quieres pasar una tarde para llorar plácidamente por las inmensas ganas de hacerlo, esta cinta es la mejor opción, al final te van a dar ganas de abrazar hasta al vecino, pero ¡aguas! Son días de “Susana Distancia”.