La siguiente historia forma parte de la convocatoria #Sarao2020 convocada por Robsmx en alianza con Codise AC, Guadalajara Pride, Puro Mole y Rosa Distrito. El objetivo de la convocatoria es impulsar la escritura de historias LGBTIQ+ del país. Como resultado se creó un libro digital con 17 historias que puedes descargar gratuitamente en www.librosarao.com. Con el objetivo de seguir dando visibilidad a las historias que recibimos, las estaremos publicando semanalmente para que las puedan disfrutar tanto como nosotros. ¡Disfruta esta historia y compártela con el hashtag #Sarao2020!
La oportunidad
Por: Óscar G. Andrade
Una pandemia, una enfermedad, una peste, es el pretexto perfecto para que la tía quisquillosa de la familia te recuerde quién eres. Eso me pasó en una comida familiar, una reunión de no más de diez personas, en donde solo estábamos los que hemos estado conviviendo durante estos días del Quédate en casa.
El coronavirus denominado Covid-19 empezó en China a mediados de diciembre del 2019 y no tardó en propagarse por otras partes del mundo. A México llegó con mayor fuerza a principios de marzo, y para ese entonces el gobierno y las empresas privadas empezaron a tomar precauciones. Así que tanto viejas y nuevas generaciones comenzaron a experimentar una cuarentena, a quedarse en casa, a recibir raras o pocas visitas, a adaptarse a un nuevo modo de realizar compras y salir a la calle.
En aquella reunión de las que les hablé fue una de mis tías, la que siempre ha buscado una oportunidad para preguntar por la novia, para hacer énfasis en que seguía soltero y para, por supuesto, comentar lo triste que era y el pecado que dos hombres o dos mujeres estuviesen en pareja. Todo aquello lo hallaba hasta en cierto modo ya algo cotidiano, y nunca le había dado tanta importancia. Así es ella, pensaba, y eso no se puede cambiar.
Sin embargo, ese día lanzó un comentario dirigido a mí y que pocos captaron, al que había que ponerle mucha atención. El tema del coronavirus fue tocado:
-Mucha gente está muriendo –dijo alguien.
-Y la vacuna dentro de doce meses –soltó alguien más.
-Y entonces vino la oportunidad de ella:
-En Estados unidos está muriendo mucha gente, dicen que miles, y es que allá hay mucho gay, mucha lesbiana, muchos de “esos”. Se mueren más rápido, es el castigo pues.
De inmediato la rabia me invadió, sentí que era la gota que había derramado el vaso, estuve a punto de gritarle, de cuestionarle, de hacerle saber que estaba en un error y en cientos más. Pero supe quedarme callado. Pensé con tristeza en la cantidad de gente como ella que piensa igual, que hablaba por hablar. ¿Pero cómo es que pueden salirse con la suya?
La oportunidad de ella consistía en simplicidad en saber en el fondo que todos sabían que yo era gay, más nunca lo había dicho a nadie más que a mi familia más cercana, mis padres y hermanos. Siento que le enojaba un poco no ser partícipe y aprovechaba cualquier momento oportuno para soltar sus indirectas. ¿Pero por qué?
Lo cierto es que la enfermedad del Covid-19 puede afectar gravemente a personas con enfermedades terminales, y esas cosas no se andan fijando si a uno le gusta el azul o el rosa, si prefieres la nieve de limón o de chocolate. La enfermedad no llama a tu puerta y pregunta si allí hay gays o heteros. Llega y ya, si no se tomaron las precauciones.
Entonces me tranquilicé, supe sonreír, supe pasarle un vaso de refresco cuando me lo pidió. Y supe darme cuenta que, a pesar de los muchos ataques, a veces lastima más el silencio de uno.
-Quédate en casa, tía –le dije cuando nos despedimos.
