La siguiente historia forma parte de la convocatoria #Sarao2020 convocada por Robsmx en alianza con Codise AC, Guadalajara Pride, Puro Mole y Rosa Distrito. El objetivo de la convocatoria es impulsar la escritura de historias LGBTIQ+ del país. Como resultado se creó un libro digital con 17 historias que puedes descargar gratuitamente en www.librosarao.com. Con el objetivo de seguir dando visibiidad a las historias que recibimos, las estaremos publicando semanalmente para que las puedan disfrutar tanto como nosotros. ¡Disfruta esta historia y compártela con el hashtag #Sarao2020!
¿Qué mejor día que el cumpleaños de mi madre?
Por: Jesús Iván Rosales
Esta es la pequeña historia de cómo su servidor tuvo la maravillosa idea de salir del armario omitiendo a sus amigos y lo hizo en un cumpleaños familiar.
Sábado 27 de septiembre del año 2014, un compañero de trabajo me invitó una cerveza ya que una semana antes su simpático narrador cumplió sus inocentes 19 años, “vamos al Ake” (manera informal de decirle al único antro gay de Durango… mentira, hay otro lleno de vaqueros) ordenó muy confiado.
Ya entrados en el ambiente, no supe si fue mi fabulosa personalidad, mi peculiar forma de bailar o mis expresiones de alegría al ver varones pasar, pero evidentemente mi compañero sabía de mi gusto particular por los hombres. Nos pusimos serios bajo el cielo oscuro de aquella noche, hablamos de un futuro incierto sobre nuestra homosexualidad, del amor y de la temida y lejana salida del closet con la familia.
Recuerdo que fantaseamos con un país donde la homosexualidad fuera vista como debe ser, sin discriminación.
…
Domingo 28 de septiembre del 2014, al día siguiente me encontraba desayunando el ya tradicional menudo dominguero con mi preciada madre, era su cumpleaños. Me percaté que estaba muy entusiasmada con la vida ya que no dejaba de sonreír y de platicar cuantas cosas se le ocurrían. Sin embargo algún poder inexplicable y homosexual me poseyó ese día. Pregunté si había algo que quisiera saber de su hijo consentido a lo que me observó y respondió muy indiferente que no.
-¿Nada? –repliqué.
-No Iván, no se me ocurre nada –dijo mientras degustaba su menudito.
-¿Segura? –yo siendo enfadoso.
-No… pues qué será… ¿Cómo te llevas con tu padre? –despistó la conversación a un tema irrelevante. En el fondo quería que me preguntara sobre mi vida amorosa o que comentara una excusa para hablar de vínculos sexoafectivos pero sabía que eso no sucedería.
Fue ahí cuando este misterioso poder homosexual cobró más fuerza, como si todo mi mundo se limitara a ese instante, me sentí en una película cuando bajan los niveles de audio y rematan el dramatismo con un acercamiento de cámara al rostro del protagonista (su atractivo servidor en este caso), “me gustan los hombres” grité.
-¿Qué? –Dijo susurrando con los ojos bien abiertos la pobre de mi madre. Hubo un largo silencio por ambas partes, solo me le quedé viendo mientras sentía como un cúmulo de emociones se materializaban en lágrimas demarrándose por mis ojos.
Cedí ante mis sentimientos y me mostré vulnerable ante mi madre, la mujer que me dio la vida, lo curioso es que ella estaba muy soberana y tranquila mientras yo estaba destrozado a llore y llore sin poder comer mi menudo, imaginen mi rostro si trajera rímel ese día.
Ya desahogado, preguntó si estaba seguro de mis palabras y comentó temerosa de los daños que me podrían hacer en una ciudad tan cerrada y machista como Durango, la tierra del cine; sólo soltó una lágrima al decirme que no le gustaba verme así.
Después de un interminable abrazo me alisté con mis ojitos hinchados para ir a un curso de foto, era examen final. Salimos a carretera, una acertada aventura para alejarme y disfrutar de la naturaleza y del bello paisaje a las afueras de la ciudad. Ya instalados en la zona de fotos me separé del grupo para procesar lo sucedido.
Finalizando la clase un miedo me irrumpió al regresar a casa. Entré sigilosamente hasta toparme el comedor lleno con toda la familia: hermanas, cuñados, sobrinos, tíos, primos y un pastel de chocolate en el centro de la mesa… Oh no, era cumpleaños de tu madre Ivansito, por si lo olvidaste.
Me miraron unos segundos y aunque no estaba seguro si los demás sabían de mi lujuriosa atracción por los varones, el simple hecho de mantener la mirada fija me aterraba.
Los presentes volvieron a saborear su bomba calórica como si nada pasara, oh pequeño iluso, me acerqué pero una exageración de buenos tratos me empezó a sofocar “¿Quieres pastel? ¿Refresco o leche? ¿Cómo te fue en el curso? Qué bonita camisa, te ves más delgado”…
Vaya, vaya, deduje que ya sabían todo porque ¿Desde cuándo me han tratado así de bien? Tomé un respiro y me retiré camino a mi alcoba a abrazarme un rato.
Más noche después de que todos los invitados se fueron, los mensajes por whatsapp no se hicieron esperar. La familia me dedicó palabras de apoyo pero sobre todo de amor, prometiendo un futuro donde siempre estarían conmigo porque me aman…
Lunes 29 de septiembre 2014, estando en la universidad una compañera se sonrío cuando leyó la parte de mi homosexualidad en un papelito que le envié. Platicamos fuera del aula y expresó su entusiasmo porque ahora podíamos hablar todo el día de hombres ¡Y vaya que si lo hicimos!
Eventualmente fui «saliendo del closet» de formas más graciosas con mis amistades, con la familia ya no puesto que ya todos sabían, y claro con otros hombres homosexuales para disfrutar mi nueva vida fuera del armario (carne fresca me decían), después tuve un novio del cual aprendí mucho y también conseguí amistades “de ambiente”.
Tenía tiempo que no me sentía tan bien conmigo mismo y confirmé la frase “me quité un peso de encima”, sentía los hombros ligeros, gané confianza, era como si pudiera hacer cualquier cosa que me propusiera e incluso bajé un kilitos, un cambio muy positivo de cual las personas a mi alrededor se percataron.
Cabe mencionar que complementé este proceso yendo a terapia con una sexóloga quien me ayudó a comprender lo natural que es ser homosexual y la normalidad con la que se debe vivir, romper estereotipos de las etiquetas y la importancia de gozar una sexualidad plena.
Hasta el día de hoy en mis cortos 25 años no he tenido problemas por ser gay en mis círculos sociales y en la cuestión laboral agradezco los espacios seguros que me han ofrecido en producción televisa y más adelante en las áreas creativas de creación de contenido, fotografía y diseño.
Comprendo que ser homosexual no es la definición de Iván Rosales, sino una característica más que describe a su humilde servidor.