Decidí volver a compartirte mi experiencia aquí en Rosa Distrito, un lugar que me permite contarte mi día a día como homosexual en esta sociedad. Y esta vez quiero hablarte del acoso, un tema que también nos sucede a los hombres.
Podrías pensar que las mujeres son casi siempre las víctimas de acoso, pero no es así, yo como hombre, con distintas personas –sin importar su orientación– he vivido el acoso, tanto en plazas comerciales, como en la calle, el transporte público y los antros, etcétera.
Lo que me parece muy malo de todo esto es que lo hemos normalizado, es decir, creemos que el hecho de que alguien te diga “un piropo” es normal o que no debemos de sentirnos incómodos o molestarnos, lo cual sí deberíamos de confrontar, pues en muchas situaciones nos sentimos, refiriéndome a mujeres y hombres, súper vulnerables.
Una vez caminando de regreso a mi departamento, aquí en mi ciudad Guadalajara, un taxista empezó a pitarme, yo levanté la mano haciendo una seña de no estar interesado en el servicio por lo que él rápidamente respondió: “¿A dónde vas guapo?” Y esto claro ya me pareció una sorpresa, pues no te diriges a un desconocido por su belleza o así. Entonces, yo seguí dando pasos rápidamente a lo que él seguía gritando: “Súbete, te doy un aventón, te llevo a donde quieras papi”. Afortunadamente yo estaba a unos 100 metros de mi depa, lo cual me hizo casi correr. Esto sucedió hace muy poco tiempo.
También dentro de Plaza Galerías en una tienda muy conocida por todos –“H&M”– entré con mi amigo Kike y fui víctima de acoso por parte de una mujer que me seguía dentro de la tienda para exclamarme expresiones cómo: “Mmmm papi, qué rico”, etcétera. Y claro, ella siguiéndome el paso a donde sea que me moviera, esa vez afortunadamente no estaba solo y pude correr a abrazar a mi amigo para que se diera cuenta que iba con alguien más.
Y bueno, la lista es larga… Me ha pasado en Ciudad de México, en el gimnasio, por ejemplo, una vez saliendo de la regadera y al estar cambiándome, alguien me dio una nalgada lo cual me pareció súper agresivo y entonces yo volteé a decirle: “¡Qué te pasa!” , él solo respondió, “lo siento, estás bien rico!”.
Desde ese entonces tomé la decisión de no volverme a bañar en el gimnasio para no tener que soportar esta invasión a mí, y claro la falta de respeto, pues además estaba alguien que volteó que estaba ahí y también le dijo, “¿qué te pasa chico?”. Otra de estas malas experiencias que viví fue cuando un auto se detuvo para preguntarme por una calle, me acerqué para explicar cómo podía llegar el individuo a tal lugar y él rápidamente ya se estaba tocando diciéndome que me subiera a su carro.
¿Tienen idea del coraje que da? ¿La impotencia que esto genera? Es el miedo de estar expuesto y que alguien te pueda amenazar. Alguna vez caminando después del gimnasio, por el camellón de Chapultepec, una mujer que venía caminando con su hijo frente a mí, me veía fijamente las piernas y cuando nos encontramos de cerca me expresó que yo tenía ricas piernas.
Debemos ser súper conscientes que a nadie nos gusta pasar por esto, el acoso nos hace sentir miedo y abuso y no debemos normalizarlo. Tenemos que ponerle fin a esto. No te quedes callado.